El problema de las ideas siempre ha sido su encarnadura. La
gente que lleva adelante esas ideas que nos desvelan, las traicionan o las
masomenosean. El tema en el fondo, es esa gente.
Porque con las ideas, aunque a usté le parezca que no o que
es un tema recomplicado, mire que nos hemos puesto de acuerdo en términos
generales. Otro asunto es que haya más de una idea, o bien una docena de ideas,
de cómo llevar el país adelante y hacia dónde. Cosas que se comenzaron a
discutir desde que a unos cosos se les ocurrió que la colonia de tan ajena nos
quedaba chica, o tal vez desde antes aún con eso de peninsulares contra
criollos…
Proyectos de país, muy bien. El maniqueísmo militante le
dirá a usté que siempre fueron dos. Macana, fueron varios; algunos se hicieron,
otros a medias, alguno mezclaíto, y otros quedaron con un destino de papel y
conforman el lejano horizonte móvil de la utopía (o la pesadilla).
Dentro del Federalismo había más de un proyecto fijese, ¿o
se cree que Rosas, Dorrego, Quiroga o López por un decir, pensaban lo mismo?
Cuando le tocó el turno a la “civilización” liberal y conservadora de nuestros Pudientes,
también hubo distintas miradas… está por ejemplo, el river-boca de Sarmiento
que quería farmers-ciudadanos cultos y politizados que a sus ansias de progreso
emblocaran la construcción de una República democrática, burguesa e inclusiva
para “los que corresponde”. Ahí le caía Alberdi con su “república posible”, de
fulanos con derechos económicos (y jerárquicos) y algunos menos con derechos
políticos también para arribar -algún día- a esa ansiada “república verdadera”
en que todos seríamos iguales, desechados ya los que no debían estar.
La oligarquía hizo el propio y le fue bastante bien por un
tiempo, mercado inglés mediante. Un par de reformas desafortunadas y les cae
como un escupitajo en la torta el peludo Yrigoyen. Llegó la plebe y una nueva
manera popular de hacer las cosas. Parecido en el fondo dirá alguno con razón,
pero no lo mismo en absoluto. Acá empieza en serio el tema de la inclusión
social en un proyecto político. Perón la rompe: proyecto industrialista,
proyecto social, proyecto político y proyecto continental (¡quémáquerée!).
¿Daba lo mismo quién encarara cada viscisitud de los
proyecto en juego? Siempre importó quien, porque el candidato no suele ser casi
nunca el proyecto. Diría más, diría que las ideas no existen, existen las
personas (y lo de las ideas es un subterfugio explicativo). Medio posmo,
pueser…
Mire, a mi me parece que fue el peronismo el que mejor dio
cuenta de todo esto. Tenía la necesidad, tuvo el hombre, se hizo el tiempo; y
la doctrina se viene rumiando, más allá de que estuvo casi todo dicho en los
cincuentas. Una idea potente que solo pudo ser derrocada, pero que para ser
proscripta se debió prohibir a Perón. Y después, la idea en la Resistencia, la
idea del Retorno, un Proyecto Nacional y la desencarnadura. Una idea tan
potente que no pudo tener sucesión, aunque si relectura. Y de ahí los mil
caminos posibles de la traición uno diría, pero tampoco, porque la traición es
acción y no escritura.
El peronismo ha sido una idea versionada, de tanta
encarnadura que se ofrece para. El mal llamado “kirchnerismo” ha sido la última
novedosa versión de comienzos de siglo, como así también su experiencia exitosa
de mayor duración (increíbles doce años, en un país fogueado en la lucha
incesante por la dependencia). Y todo está abierto.
Volviendo... Vea que hasta para hablar del Cielo habría que
hacer un repaso por Dios y sus ángeles. Eso que las ideas, los principios están
por allá arriba y son los hombres los que los arruinan con ser parcialmente
cierto, no deja de ser una acto de soberbia. ¿Quiénes somos nosotros para decir
que no servimos para mierda? El hombre sigue siendo la medida de todas las
cosas y que los ultrarreligiosos y los ultranaturistas se vayan al carajo (como
el Alca). En fin, me acomodo el mechón,que ya no tengo sobre la frente, y voy
terminando.
De ahí entonces la maravilla de las ideas, que sin nosotros
no son nada. Somos su materia y su única posibilidad. Será por eso que las
batallas culturales no se dan en los medios (como se podría creer), no nos
tiramos con editoriales, nos tiramos siempre con gente. Y se le apunta siempre
a la gente, más precisamente a la cabeza, aunque sin desmerecer el resto del
cuerpo.
Bueno, andaba queriendo decir esto.
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