Muchos tienen la palabra “traidor” muy en el
pico; todo lo que se mueve un cachito más allá o más acá de la ortodoxia (que
es de derecha y también de izquierda) huele sospechoso y puede ser pasible de
configurar el delito moral de la traición. No me estoy burlando de nadie, ni
pretendo banalizar cosas que son importantes. Valga la aclaración y dicha ésta,
sigue la parrafada…
Es tan difícil la traición como la lealtad. Más
aún, estos suelen ser conceptos biconvexos, bivalvos, emparejados, algo así. Se
complica hablar sobre uno sin hacer referencia al otro. Y mucho se dijo sobre
que la proclamación profusa de la lealtad puede encubrir una conducta traidora.
Bien.
El general Cangallo (hoy Perón) decía que los
había traidores y también leales porque no les convenía traicionar. Durísimo,
brutal casi, así se vuelve uno quizás cuando conoce de memoria a la gente…
¿A quiénes no les convenía traicionar en estos
doce años?, o bien ¿los que ahora tienen conductas desleales (vamos a ser
finos), esperaban la oportunidad para abandonar el barco?
Los traidores no nacen traidores, habrá casos –no
lo discuto- pero por lo general no hay bebés traidores. El traidor se hace. La oportunidad
suele ser el marco, aunque no el vehículo. Alguno dice “la necesidad tiene cara
de hereje” para justificar, por ejemplo, que un fulano que gestiona tiene
responsabilidades y debe/estaría obligado a/transa con cosas que no le gustan o
con las que no está de acuerdo para acceder a los recursos que le permitan
hacer frente a esas necesidades. Pasando en limpio: que gobernadores e
intendentes apoyen el acuerdo con los buitres porque necesitan que entre plata
fresca (prestada de afuera o como sea) para pagar sueldos y seguir con la obra
pública, o para que no se le incendie el distrito. Algo así de sencillo. Cosas
de sentido común. Dicho así, la verdad es que es una porquería, aunque algo de
verdades hay ya lo creo. No como justificación, porque esa vendría con
cualquier argumento (aventuro).
Siempre se dijo que hay que ser pragmático, que
un gobernante debe serlo, que el peronismo lo es por esencia. No me gusta el
término “pragmático” porque conlleva la peligrosa compañía de una costumbre,
tendencia, cuasi cultura, filosofía. Yo creo que el peronismo es
fundamentalmente práctico, y por lo tanto se abstiene de plantear utopías irrealizables
(lo cual sería una paradoja porque las utopías no tiene que ver con la
realización, sino con los valores y la voluntad supongo). El peronismo opera en
la realidad (su única verdad). Lo hace en base a una doctrina que se sustenta
en valores, principios y supuestos ideológicos claros. Entonces no es “pragmático”.
Los pragmáticos usan al peronismo como travestismo político.
De todas maneras, uno dice que algo de verdad
hay en la argumentación y es que este no es un sistema federal de verdad, y los
gobiernos provinciales y locales dependen exclusivamente del gobierno central,
de su bonhomía y/o su chantaje, sean compañeros o no. En ese marco necesidad y
herejía son primas hermanas, muy distinto de cuando empardaban necesidad y
derecho con Evita. En fin. El federalismo es un tema que alguna vez habrá que
resolver y terminar con la “solución liberal” que parío a la constitución de
1853 y que aún no fue saldada por las reformas que le siguieron (ahí espera en
la sombra la del ’49, que algún peronista en el poder se acuerde de ella).
Pensemos el federalismo como problema y no como definición del sistema
republicano de la Argentina.
Paso y vuelvo. Están lo que revistaron como los
cuadros del menemismo y gozaron de su entrada al primer mundo (en el que los
demás quedamos en la puerta), pasaron rápidamente al aplauso por el default que
propuso el Adolfo, se pusieron serios a ser funcionarios del Cabezón, y
finalmente se abrazaron cuando juraba Néstor. Un tobogán de la alegría. Hay que
decir que se fueron poniendo molestos con el paso del tiempo hasta enrojecer -como
no lo habían hecho nunca por vergüenza- cuando Cristina empezó con lo de la “sintonía
fina”. Pero no les convenía traicionar y fueron leales. Otros –justicia es
decirlo- cambiaron y fueron leales por convicción.
Ahora es otra cosa. Ahora hay que jugar
sabiendo de memoria las reglas del vaivén cíclico. Ahora toca “a derecha” y a
derecha se bandean. ¿Les da culpa? No, puede que les de cosa pero no llega a la
culpa. Bah qué se yo, la verdad. La cuestión es que no retroceden, no tienen
largos párrafos consigo mismos, no se pegan un corchazo pidiendo perdón en una
carta final. Garcan y punto. El mundo es de los vivos y de los sobrevivientes.
Solidaridad las pelotas.
No todos son traidores. Siempre hay grados y
problemas de escala. Hay fulanos que no votan en contra del acuerdo con los
buitres, por ejemplo, pero se levantan para no votar a favor (porque no
pueden/conviene/se animan a votar en contra). Es un gesto y hay que valorarlo
en su justa expresión. Nos sirve. Tal vez a algunos habría que haberlos tenido
más cerca, haberles aceptado alguna cosa de la que planteaban como para que no
se fueran al carajo, o que lo hicieran con menos daño. Son cosas de la
Conducción Política, que comete errores y ese es uno de ellos. La moral queda
para cada uno, hablo de la necesidad política nomás.
Cuando consideramos traidores a una cantidad
importante de individuos, cuando pensamos que gran parte del pueblo es traidor,
tenemos un problema. A veces puede ser que una minoría tenga razón, que sean
los puros. Que se señale a una mayoría de miserables. Pero hay un problema,
compañero, y es que en la democracia de los números cuenta el número. El
compañero Borges decía bárbaramente que la democracia era un absurdo abuso de
la estadística… y dígame si uno no sonríe un poco porque cuando toca perder
tienta decir o pensar cosas como esa.
En esta democracia los números mandan y los
votos son números. Quién no consigue votos termina no teniendo razón. Y no
puede hacer, que es lo peor de todo. Valores sin hechos es mierda. Eso me
enseñó el peronismo y créame que estoy convencido hasta el alma.
Hay algo romántico y heroico en ser
traicionado, un placer oculto de perder por estar en la verdad. Pero hay que
bancarse el festín de los traidores y es muy duro algo así. Prefiero matizar.
Claro que hay traidores, los movimientos populares los producen en serie. No es
ninguna novedad.
El problema siempre fue pensar cómo y a cuántos
arrastran los leales. Cómo eso se convierte en mayorías. Conducción Política,
qué librazo…
Compañero. Acá nos diferenciamos. Traidores y punto. Hablo de nuestros dirigentes en Diputados y en Senado. Lo digo después del miércoles negro de esta semana. Ni justicia, no ha lugar compañero. Si fueran otros tiempos usted sabe cuál sería mi recomendación hacia estos reptiles.
ResponderEliminarUn abrazo
E.T.