Hace una punta de años, el 16 de setiembre de 1955, una
conspiración cívico militar autodenominada “revolución Libertadora” se alzó con
el poder desplazando al gobierno democrático de Juan Domingo Perón. Era un
golpe de estado en nombre del estado de derecho y la República.
Vamos a repasar la proclama* “revolucionaria” firmada por el
general Lonardi que encabezó (brevemente) el gobierno de facto, porque en ella
aparecen conceptos que ayudaron a construir y/o reforzar subjetividades aún hoy
vigentes.
Decían los tipos: “(…) Lo hacemos impulsados por el
imperativo del amor a la libertad y al honor de un pueblo sojuzgado que quiere
vivir de acuerdo con sus tradiciones y que no se resigna a seguir
indefinidamente los caprichos de un
dictador que abusa de la fuerza del gobierno para humillar a sus conciudadanos.”
A juzgar por los resultados, esas tradiciones invocadas eran
inequívocamente las de la generación del ’80, la oligarquía y su república para
pocos; tiempos que Perón en 1946 se propuso dejar definitivamente atrás. El
armado del Primer Plan Quinquenal habla justamente de eso, ya que comienza con
una puesta en dato duro de la situación real del país y se plantea una puesta
en valor estructural. Ya la oligarquía gobernando con “fraude patriótico” había
tomado desde 1932 medidas “dirigistas” de intervención estatal para regular la
relación con el siempre esquivo primer mundo (que en esa época era sobre todo
Inglaterra), pero era para acomodarse a un orden internacional que estaba cambiando
en tiempos de entreguerras. Está clarísimo que postular las tres banderas:
soberanía política, independencia económica y justicia social, no estaba entre
esas “tradiciones” a menos que uno se posicione en los gobiernos de San Martín
en Cuyo, Güemes en Salta, Artigas en la Banda Oriental, Rosas en la
Confederación, por nombrar a los más representativos. No son esas tradiciones,
sino las que reconocen como antecedentes la primacía de la Ciudad-Puerto, la
salvajada canalla de la “campaña al desierto”, la agachada feróz del pacto
Roca-Runciman renunciando a la soberanía económica del país, y un indisimulable
desprecio por la igualdad social.
El párrafo no para de darnos sorpresas, porque los
dictadores recién estrenados llaman “dictador” a un Perón que ganó por poco las
elecciones en 1946 y venía de revalidar títulos cómodamente en 1951, sin contar
elecciones de medio término. ¿Qué mayorías electorales podían mostrar los que
se alzaban contra una constitución -la de 1949- a la que también desconocían?
En el apartado siguiente uno se va tranquilizando porque
también venían para “… afianzar los postulados de una justicia social que nadie
discute, …” Los postulados a los que se alude tienen olor a beneficencia como
la de las señoronas que comandaban la caridad antes del huracán Evita. Justicia
social no fue entonces solamente dar, sino reparar y reparando elevar porque
donde aparece una necesidad, seguramente hay un derecho negado como nos enseñó la
Señora, uno de los conceptos puramente revolucionarios del peronismo. El
partido surgido del gran movimiento nacional llevó ese nombre, Justicialismo,
para hacer centro en lo más importante de la doctrina.
Tanto es así que estos atorrantes uniformados no lo podían
negar, y cuando mandaron al tacho la constitución del ’49 no pudieron silenciar
los derechos sociales y laborales y los incorporaron de colados en el artículo
14 bis de la “restituída” constitución liberal. Cuando uno dice “uniformados”
también se refiere al saco y corbata de los civiles funcionarios que
comparseaban junto a los milicos en un imposible torneo para ver quién era más
hijo de puta.
Y para que usté vea que nada nuevo hay bajo el sol, también
tuvieron que dar el golpe obligados por el “… auge de la corrupción…” Y acá hay
que decir algo y es que importa un bledo el tema de la corrupción individual y
aún de grupitos. No es aplaudir el “roban pero hacen” tampoco, como algún
tarado me puso una vez. Ocurre que en un país estructuralmente armado por
contrabandistas del puerto, gobernado desde siempre por cazadores de indios y
ladrones de tierras, ocupado por empresarios que buscaron siempre ganar el 1000
por ciento, es de pelotudos achacar el afano a los gobiernos populares… de
pelotudos y/o de cómplices-lacayos. Tildar de estructuralmente corruptos a los
únicos que hicieron algo por defender la soberanía de la Patria frente a los
imperios y nivelar lo más posible las condiciones sociales y legales de la
población vulnerable (y todos, salvo los que la juntan en pala y la guardan
afuera, somos un poco, maso, o muy vulnerables) es pegarse un corchazo en
Estocolmo (por el síndrome, por si no se entendió).
Es terrible ver a los ladrones señalar y gritar “al ladrón”,
y que muchos miren hacia donde les indicaron…
Pero ojo –y volviendo a la proclama- que Perón “…nos ofrece
la perspectiva de la guerra civil y de la matanza fratricida, …” Debe ser por
eso que renunció y se fue. Sabe estimado que el “tirano depuesto” recibió
muchas críticas por no pelearla en ese momento, porque los historiadores dicen
que había paridad de fuerzas y no estaba cantado quién podía ganar en una
confrontación armada. Perón siempre dijo que entre el tiempo y la sangre él
había optado por el tiempo. Y con el tiempo uno le va dando la razón, y sobre
todo porque la otra solución tampoco es que estaba al alcance de la mano. Son
los dictadores de verdad, los fachos, los que no vacilan ni cargan sobre su
conciencia las vidas de la gente. Hay que bancarse algo así. Perón había
prometido “una revolución en paz”; la Justicialista es la única revolución que
tenemos y se viene dando por capítulos (no sin retrocesos) a lo largo de mucho
tiempo. Los muertos siempre los puso abrumadoramente el campo popular y los
asesinos, por lo general, los pusieron los otros.
Sigue otro tópico también muy actual “… la supuesta
legitimidad del mandato que ostenta el dictador. Ninguna democracia es legítima
si no existen los presupuestos esenciales: libertad y garantía de los derechos
personales; …” Ya se dijo, pero repitamos, esto es lo que desde círculos de la
embajada yanqui y think tanks de sus “servicios” vienen picoteando desde que se
abrió la ola de gobiernos populares de los 2000 en adelante, la conformación de
la Unasur como bloque que, no casualmente en momentos en que la vuelta viene
para el neo y podrido liberalismo, están en peligro justamente jaqueados por
acusaciones de corrupción e ilegitimidad. Tenía antecedentes como todo lo tiene.
Digamoslo: la historia no se repite pero brinda unos recursos didácticos
impresionantes.
Si no estuviera siguiendo el armado propio de la proclama,
esto que sigue habría que haberlo comentado junto con lo de la justicia social.
“Sepan los hermanos trabajadores (…) jamás consentiremos que sus derechos sean
cercenados. Las legítimas conquistas que los amparan, no sólo serán mantenidas
sino superadas por el espíritu de solidaridad cristiana y libertad que
impregnará la legislación …” Dios mío. La legislación laboral y los derechos de
los trabajadores no fueron inventados por Perón. La clase trabajadora luchó
siempre por sus conquistas, desde que alumbraron las primeras sociedades de
resistencia y socorros mutuos. Anarquistas, Socialistas, “Sindicalistas Revolucionarios”,
Comunistas y finalmente Peronistas; las ideas circularon por las organizaciones
obreras naturalmente tanto como “natural” fue la posición que ocupaban en la
producción capitalista. El programa de los trabajadores, corporizado
institucionalmente en la CGT desde 1930 (que en seguida se dividió, se
reunificó y así) llegó a la camada de oficiales que lideraba Perón y entró en
el Proyecto Nacional como un puntal
de construcción. La historia y lo que pasó el 17 de octubre del ’45 hicieron
que el puntal fuera “columna vertebral”. Mire, en casi todos los sindicatos hay
un busto de Perón y de Eva, lo que no hay es ni un dibujito de Lonardi,
Aramburu o Rojas. Será porque los trabajadores no tienen “hermanos” de esa
calaña y porque era una absoluta mentira lo que dijeron.
”La revolución no se hace en provecho de partidos, clases o
tendencias, sino para restablecer el imperio del derecho.” A veces pienso si lo
“del derecho” no fue agregado después porque se notaba demasiado. La “revolución”
fue antiperonista y por eso terminó siendo anti popular y antiargentina. Como
todos los golpes, se hizo para beneficiar a los “dueños” del país. Ocurre que,
a veces, algunos empleados ayudan, y parece que es una causa “de todos” o de
mayorías, pero es una ilusión que los mismos beneficiarios se han encargado de
fabricar por la prensa, que les pertenece y la cultura hegemónica, que les
pertenece.
Para ir terminando, que esto se hizo largo: “… la espada que
hemos desenvainado para defender la entraña de la patria no se guardará sin
honor. (…)” Esa espada fue alguna vez la de San Martín, envainada para no
ensuciarla con sangre de hermanos salpicada por politiqueros del Puerto, la
misma que fue a manos de Rosas cuando defendió la soberanía ante potencias como
Francia e Inglaterra. No la de estos miserables, la de ellos fue sin honor, sin
Patria, infame, traidora. La desenvainaron con los bombardeos de Plaza de Mayo
asesinando chicos y trabajadores, lo habían hecho con bombas en manifestaciones
peronistas (y uno le dio nombre a una estación de tren y subte), lo hicieron
una y otra vez. Y lo volvieron a hacer sus alumnos dilectos en 1976 en otra “libertadora”.
Sin honor, como el inodoro en el que falleció Videla. Eso son.
¡VIVA PERÓN!
*La Proclama completa la podés encontrar en www.elhistoriador.com.ar, de LONARDI, Luis
Ernesto, “Dios es justo”. Lonardi y la revolución, Francisco Colombo, Buenos
Aires, 1958, págs. 96-100.
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