La foto en la ventana de Gaspar
Campos, esa de la mirada cansada pero aún con chispa, que no mira nada y ve
todo. Yo se lo que veía, era un montón de gente, de compañeros que habían hecho
del coqueto barrio de Vicente López un camping, un fogón al que arrimarse, un
puesto de chori. Los impertinentes escalaban los techos de tejas de casas
vecinas, invadían jardines laterales, eran el aluvión zoológico de los setentas
llevándose puesta la tranquilidad de las calles y los árboles, de las veredas
que no se veían y se pisaban de a muchos. Pero de a muchos. Estuve allí tres
veces y en ninguna pude verlo, lástima. Salió en pijama, salió de entrecasa,
saludó miles de veces a miles que lo saludaban. Pidió que lo dejaran dormir.
Les dio los buenos días. El bombo tronaba hasta la noche, a veces se callaba y
se hacía un silencio. Eran tantas las cosas. Algunas podía entenderlas, otras
ni las imaginaba porque para eso había que ser más grande.
Yo creía que Perón era
socialista, del socialismo nacional, algo así que tampoco sabía muy bien qué
cosa vendría a ser. Leía un poco de todo e iba tejiendo balbuceos ideológicos. De
pendejo vi el peronismo y después tuve -por suerte- toda una vida para saber de
qué estábamos hablando. Son cosas que no se olvidan, digo esas en la casa de
Perón.
Uno tenía más la imagen de la
casa de Puerta de Hierro, pocos días antes de la primera vuelta. Los caniches,
los dirigentes, los muchachos de la JP. Las camperas de cuero, los peinados a
la gomina o los rulos sueltos, los bigotes candado y los morrales de las
chicas. Y todo eso lleva al segundo Perón, el de la Resistencia. Eso comenzó
desde mismo el '55, y ahí lo tenés a Valle como símbolo pero hay otros, claro
que hay muchos otros. En ese tiempo la Resistencia era de allí hasta el '73,
con Montoneros como final y el luche y vuelve.
Leyendo un poco, la Resistencia
se ubica para algunos entre el '56 y '59, una primera etapa, para retomar más
con los gremios cuando Frondizi se hace el oso y te llevan puesto con el Plan
Conintes. Después lo sabido, Onganía, el Cordobazo y todos los azos. Perón
desde Madríd y los casettes, los crípticos comunicados y los delegados
personales. Las ondas a derecha e izquierda del movimiento. Jodido conducir
desde el exilio, jodido conducir. Y el Padre Eterno sobrevolando, sin fuerza
real, general sin ejército pero con ejército, pueblo más bien. Pueblo sin
ejército porque el ejército era de ocupación. Cómo se hace ese arte supremo de
mantener a todos juntos cuando ya se están mirando con recelo y celosía, con
proyectos cuanto menos encontrados.
El segundo Perón es una especie
de inmortalidad, sin descender todas las tardes a la tierra como para que algún
desbocado faltase el respeto. Eso decía. Si hubiera muerto allá, vendría a ser
un sanmartín que nunca volvió y siempre conspiró. Pero no, tenía que ser un
Rosas, quévaser. Es peor ser un Rosas y más volviendo. Ni sanmartín ni rosas,
Perón es Perón.
Casi nada sabía del primer Perón.
Quedaba tan lejos, imagínese ahora... Fotos, cosas que se contaban entre
compañeros y entre contreras. Porque nadie podía evitar hablar de peronismo ni
de Perón. Por eso lo del decreto, ¿no? Como decir, hoy el sol no sale porque
está prohibido decir que salió. ¿Qué eran los cuarentas, los cincuentas para
uno? nada. Todo, aún sin saber ni una décima parte. Paradojas del destino que
me dedique a dar cursos y charlas sobre ese primer Perón. Hubiera debido ser mi
propio alumno, porque en esa época no sabía nada. Imaginaba mucho, eso si. La
ideología tiene mucho que ver con la imaginación, después de todo.
El primer Perón era fundacional
de la realidad efectiva y del mito. Estaba Evita. Existió una vez un país en el
que Eva estaba viva, dios mío, casi imposible describir ese país. El que se
había caído antes de que naciera, el que se me ocultó por un largo tiempo y el
que surgió de abajo del parquet en un asado. Porque allí estaba, como el piso
de tierra en el que habíamos edificado la casa. Los sesentas cuando yo era
chico estaban hecho sobre la antigua ciudadela peronista. Y el envión duraba,
por más que le pese a quien le pese. Era viento de cola y de atrás soplaba
Perón.
Mi tercer Perón me enojó mucho,
es cierto. El estaba enojado, no le obedecían, no lo entendían(mos). No era
mentira que estaba lleno de gorilas el gobierno popular, pero debimos tener un
poco más de respeto se me ocurre. No era cualquiera, no era un político de
mierda como todos los demás. En fin, uno creía que el socialismo nacional
estaba ahí a la vuelta. Y no. El sabía que no, aparte de que creía en el
justicialismo nacional. El sabía que no y que los de afuera y los de adentro se
confabulaban para mandar todo al mismísimo carajo.
Un día al General se le pasó el
enojo y convocó. Frío, hacía frío. Siempre se recuerda lo de la más maravillosa
música, pero no era lo más importante. Habló de los enemigos de adentro, reafirmó
todo eso que uno quería y esperaba escuchar desde hacía mucho. Sacó fuerza de
la nada y salió al balcón. Un acto de fe. Su acto de fe. Después la lluvia que
lo agarró en Paraguay. Y después...
Yo estaba mal con el tercer Perón
como estuve muchas veces mal con mi viejo. Pero con este Padre no tuve tiempo
de arreglar, con el otro por suerte si. Perón nos dejó huérfanos y me encontré
corriendo atrás del féretro bajo la lluvia cuando salía de la Quinta. Volví a
casa llorando, y no sabía bien por qué. En Villate y Maipú cuatro viejas
estaban arrodilladas con velas y una foto de Perón. Rezaban y lloraban. Ahí me
di cuenta de que había perdido algo que nunca más iba a encontrar. Lloré más
porque sabía por qué.
Después, bueno todo lo que
sabemos. Fue un largo camino hasta llegar al punto de partida de nuevo. Al
peronismo. Y ese es mi cuarto Perón, el que aprendí. El que enseño cuando
puedo. El que se construyó con el tiempo en dictadura, en democracia vigilada,
en democracia de entrega y en democracia completa. Todos los caminos me
condujeron a Perón, como a muchos que no habíamos nacido peronistas.
Y entonces uno repasa y le
termina dando la razón al tercer Perón del Proyecto Nacional, de la
reconstrucción, el que dejó un país con los convenios colectivos de trabajo más
ventajosos de la historia. El que pudo superar el fistyfisty.
Es difícil lidiar con un padre.
El personal, al que uno quiere enormemente y no se lo dijo tanto. El que era
General y no pude ver en Gaspar Campos. Con ambos uno tuvo una relación
personalísima tras la muerte, cuando te quedás solo y vas construyendo el
personaje con los que quedan. Y decís como siempre se reconoce "el viejo
en algunas cosas tenía razón". En las importantes, tenía razón.
A Perón no hay que nombrarlo
todos los días en un acto, hay que reconocerlo cuando se gobierna. Algo así le
escuché decir a Néstor cuando ya era presidente electo. En los doce años del
gobierno peronista del kirchnerismo se reactualizó y se nos apareció muchas
veces Perón.
Podría terminar con un Viva Perón
y quedaría bien. Pero no, porque Perón vive, qué duda cabe. Qué vivamos los
compañeros, que viva la Patria. O que la bandera flamee sobre sus ruinas.
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