La Señora mira de frente; su
vestido veraniego de faldas largas y el sombrero parasol dicen cosas sobre
quién es. Mira pero distraída, ya que estar distraída es parte de la
condición. Se dibuja en el pasillo de columnas de la Rambla
"francesa"; y unos pocos pasos más adelante, apenas, empujando el
cochecito carroza al borde de unos breves escalones de piedra, está la
sirvienta que mira fijo al objetivo de la cámara, tan fijo que los ojos
atraviesan la gigantografía hasta calar los huesos. La cofia, el uniforme “de
verano” blanco virado al sepia, la morenidad y el pelo recogido en el que se
adivina un azabache escondido. El delantal de pasear y atender, una marca. Tal
vez mira absorta el artefacto sobre el trípode y el señor de levita que la captura
en esa rareza de la fotografía. La foto está expuesta en el vestíbulo del palacete
Ortíz Basualdo o Museo Castagnino en Mar del Plata, se la puede ver.
La "distraedad" fue la
virtud que escondía miradas feroces detrás de ojos cándidos o plácidos; y se
hizo educación cívica ya que nos fue legada y derramó -así se cumplió
cabalmente la teoría del derrame- sobre los espíritus comunes. Estar distraído
mientras se mueven alrededor los oscuros personajes que montan la escena. Un
impertinente puede llamarlo "clasismo".
Desde las ganancias que daba el
hollín en los pulmones de los trabajadores ingleses -o de cualquier lugar- el
liberalismo ha sido siempre igual a si mismo. Sólo la cultura lo diferencia por
épocas en la aterradora historia del capitalismo. La hegemonía de la cultura
hace que un fulano de a pie se dispare en el pie, que es como suelen ocurrir
las desgracias.
Nunca puede uno repetirlo lo
suficiente, pero es mucho más el tiempo en que han gobernado liberales,
conservadores -que acá vienen a ser dos cualidades del mismo sujeto, y no como
en Uropa-, gente de derechas. El Estado Nacional, la Constitución, la mar en
coche. ¿Vió? todo eso mezcladito como para que pase por La Historia. Los
emigrados unitarios que venían con las fragatas francoinglesas a tomar su
propio país. Pero el criminal, sabemos, fue Rosas. Un ignorado dorrego llamado
General Valle que se entrega todos los años sin tener feriado, ni placa que
dure entera en la penitenciaría invisible de Las Heras. La vida patas para
arriba. Algo así.
Como ahora.
El esperanzado espera, es su
tarea, da tiempo. Se le dijo hasta el hartazgo que iba a pasar lo que pasa,
pero... no (nos) creyó. Y ahí está esperando dios sabe cuánto, porque no puede
ser que le hayan mentido. No puede ser. Pero lo feo es cuando no mienten: el
comienzo de un tarifazo se pagaba con dos pizzas; vivimos en una fantasía que
nos llevó a creer que podíamos viajar al exterior, consumir, tener. Eso, lo
dicen de verdad. Uno que es resentido piensa que es desprecio. Otro dirá
revancha. Hay los que buscan antecedentes en la Historia y los encuentran,
aunque nada es lo mismo de lo que fue como eso de que nadie se baña en un río
dos veces (ni siquiera una, como decía el compañero Heráclito).
Hay desprecio de clase, aunque
sean todos unos recienllegados de una burguesía sin prosapia. Aunque se hayan
parado con la Dictadura, martirizado a Don Raúl y ascendido finalmente con
Cálos. Ninporta. Tienen la miradita de arriba del hombro, la insidia del self
made man (a costa de other men). Tuercen la boca para parlotear sobre el
populismo (nosotros) y las iniquidades de la distribución. Parece que se te
cagan de risa mientras desprecian. Y es verdad.
Han dicho, alguno de los
copetudos funcionarios ha dicho que la cosa iba a cambiar cuando la izquierda
aprendiera macroeconomía y la derecha tuviera corazón... Apuesta a que la
primera no se dio (por supuesto) y la segunda, bueno, la segunda vendrían a ser
ellos. Y convencieron, al menos por un rato. Ocurre que el peronismo (la única
izquierda que ha gobernado y peleado por mi querida Patria) hace rato que
aprendió macroeconomía, macropolítica, macrorelacionesexteriores; y estos
señoritos apenas macri. En fin.
Aconsejo vivir la vida lo mejor
que se pueda… Guarda con comenzar a revistar en la agrupación "Cardiópatas
peronistas" de tanto tragar saliba y mierda. A pesar de todo, a uno no le
deben afanar la alegría. Para sonreír usté ni yo necesitamos a un pelotudo que
nos de un curso, con saber que nadie se realiza en una comunidad que no se
realiza y que las pautas programáticas se resumen en que la Patria sea grande y
el Pueblo felíz nos ha bastado en los últimos setenta años.
Entre elegir soberbias me quedo
con la de la Mina que sabía mucho, hablaba de todo, levantaba el dedo y te
contaba de yapa lo que andaba haciendo nuestro gobierno, esas cosas ficticias
que vivimos durante el largo sueño de doce años. Prefiero esa y no la soberbia
de los poderosos que ahora se compraron un corazón y que te quieren de
cómplice. Porque como dicen que dijo Lincoln (el de las galletitas) se puede
mentir a mucha gente durante mucho tiempo, pero no se puede mentir a toda la
gente todo el tiempo.
Le termino con una más
atravesada... Se había armado la podrida en París y el quilombo llegaba a
Versalles. Una noche de velada paqueta, la reina María Antonieta le preguntó a
un quía a qué se debían las protestas. “Es el pueblo”, contestó, “se les acabó
el pan”. La austríaca giró la cabeza y lo miró casi divertida. Con una media
sonrisa le dijo "Que coman torta". De esto se trata lo que le venía
diciendo.
Y un aparte. Si en algún momento
siente que se le cae el ánimo, porque pasa cuando todo lo que pasa está
pasando, piense en cosas bellas. Piense en Evita, piense en las Viejas. Tome
aire, tome coraje, tómese un ferné. Nos vemos, que siempre que llovió, paró.
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