En la ventana, tomada de la reja con la mirada hacia la
calle, hacia la gente. Es de noche en Recoleta… parece que el peronismo cada
tanto se manda la jugarreta de cagarse en los barrios de la gente como ellos.
Fíjese, porque esa ventana de anoche traía otra ventana a la que, salvando las
diferencias de la escala del original, se asomaba Perón de pijama en Gaspar
Campos (del “buen” Vicente López). Y está también el Hogar de Tránsito n° 2
para madres solteras, que Evita puso en un palacete cerca del Botánico. Parece
a propósito.
Y si, el peronismo es a propósito. Y la última versión del
peronismo gobernando es esa Señora a la que muchos temen, muchos envidian, y
muchísimos más aman profundamente. Y estas tres situaciones pueden estar entre
los propios, sólo las dos primeras entre los otros (en su caso, completan el
trío con el odio).
Estamos viviendo la epopeya del último gobierno peronista.
Uno sabe que, por las características que tuvo y tiene el llamado kirchnerismo,
hay gente y mucha gente que se siente representada absolutamente en Cristina FK
sin ser peronista. Y ningún problema. Paralelamente y en espejo hay peronistas
que se sientes mal pagados, echados a un lado, invisibilizados, heridos por la
forma de gobernar país y movimiento de la Señora. Lástima por ellos, se pierden
la mejor parte del amor. Pero bueno, así es. El peronismo es un caballo nunca
acostumbrado a la montura y corcoveador, el jinete tiene a veces que talonear
feo para que vaya adonde tiene que ir. Hay otros peronistas que se reconocen
kirchneristas por peronistas, y eso da para una larga charla que tiene que ver
con la historia y la magia.
Estos cuatro meses han sido terribles, qué duda cabe.
Terribles para los que sabíamos lo que venía y por eso votamos a Scioli,
terribles también para los que no sabían nada y votaron a Macri (a diferencia
de los que si sabían y necesitaron de los que no sabían). Terribles los
despidos y la destrucción del Estado social, horrible decir que esos
trabajadores son “ñoquis”. Una desgracia el afán y la convicción del
endeudamiento porque están vendiendo la Patria los vendepatrias, y un coro de
tarados y de traidores los miran pasar. Ha sido brutal que caigan las
retenciones, que suban las tarifas, que caigan los subsidios al transporte.
Ilegal y desfachatado la vendetta con la ley de medios. Absurdo el destino de
ver como todos los días, el país que habíamos conseguido se va por el inodoro.
Y van cuatro meses.
Por eso la vuelta de Cristina fue una fiesta, un llanto, un
querer tocarla, un estar, un “todo va a estar bien” para muchos y muchos y
muchos y muchos en toda la Patria. Debería ser un orgullo para todos los
peronistas que una ex Presidenta peronista convoque naturalmente tal devoción.
Para muchos lo es.
El peronismo a los Kirchner les debe haber espantado el
virus liberal de Menem, el tradicionalismo anquilosado de Duhalde; haber
mostrado a otra generación de dónde venía eso de “Perón, Perón”, y qué quería
decir Libre, Justa y Soberana. Si no se entiende esto, no se entiende nada.
Con los menos también, los enormes problemas de
comunicación, la terca soberbia agazapada, los errores, las indisculpas y los
destiempos. Con todo. Y así y todo, el brazo en alto saludando refresca la
noche. Indica un peronismo que aún convoca y es convocado; un más allá de los
límites que debe definirse y reinventarse.
Hay una relación en silencio inescrutable para los no
iniciados. Por suerte, los iniciados son(mos) demasiados. Hay un algo en el
aire. Hay un algo entre ella y nosotros. Decir cualquier cosa que no sea “amor”,
es bajarle el precio.
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