¿Está mal que un empresario sea ministro?... también se
podría preguntar si es inconveniente que un rico empresario llegue a presidente,
pero bueno. A poco más de la mitad del electorado parece no hacerle ruido que ocurran
cosas así.
Entonces insisto, ¿está mal? Escuché un argumento que paso a
repetir… Es bueno que un empresario, o un alto ejecutivo de una gran empresa
(por ejemplo, un CEO de una multinacional o un alto funcionario de la banca
internacional), pasen a tomar el control de la gestión pública porque están más
cerca de los problemas reales. Es decir, tuvieron que pagar una quincena,
negociar contratos con proveedores, velar por la marcha de la producción o la
multiplicación del dinero. Los problemas que tiene todo el mundo. Saben de qué
se trata porque viven en el mundo real.
La contracara de este supuesto es que la gestión estatal corrompe e inutiliza
per se, está en su ADN, al igual que la carrera política. Un político
difícilmente sirva para gestionar, su experiencia está en explicar lo
inexplicable (…en fin), encontrarle el pelo al huevo, la pata a la sota, el
lado oscuro a la luna y convencer. El político persuade (o no), el empresario
gestiona. El político es un chanta, el empresario es eficiente. El político es
corrupto, el empresario… es honesto. En tal caso, los sostenedores de estas
líneas argumentales admiten solamente a cuadros “técnicos” para la gestión
estatal eficiente, desligados de la política (y de la ideología). En caso de no
haberlos, sea porque no hay una formación profesional mensurable por las normas
que sostienen o por cualquier otro motivo, entonces lo más idóneo sería
encumbrar a hombres de negocios en la cosa pública (pero jamás, dejarlo en
manos de “políticos”).
El presidente -que supieron conseguir- forma en estos días
un gabinete (el “equipo”) con muchas laureadas figuras del establisment
empresarial, lo cual a ojos de la “gente decente” (y que por ser tan decentes,
tienen ideas de derecha pro mercado) está muy bien. Les da confianza, les
otorga garantías.
He allí el problema. Confianza y garantías ¿de qué? El tema
de fondo son los intereses. Ya nos mira mal ese señor de la derecha, no nos
escucha más la lánguida oficinista de la segunda fila, pone cara de “esta noche
tampoco” el gordito de saco. Porque vamos a problematizar el asunto. Y acostumbrémonos
por si no nos dimos cuenta: somos los que llegan a la fiesta y advierten que
los canapés están algo verdosos y que el payaso contratado está manoseando a
una nena en el baño de servicio.
Si señor, uno sabe porque no nació ayer que el Estado
tampoco es esa panacea que defiende el interés común, el de todos. Siempre el
Estado es un tironeo porque vivimos en el capitalismo y es el Estado la arena
en el que se dan las pujas de todo tipo (guiño para la zurda: ¡si! donde se
dirimen conflictos que tienen que ver con la lucha de clases. Uf.). Pero no es
un Estado “de clase” así a lo bruto, porque desde que lo agarra el peronismo se
arma un bolonqui fenomenal. Aparece la “independencia relativa del Estado” (le
aclaro que en un peronista por opción como el que le habla suele haber de fondo
un marxista pasado de brindis). De ahí que el peronismo logre el Estado para
todos, o mejor dicho, un Estado que promueva y proteja el interés popular, del
pueblo lo entienda el pueblo o lo vaya a entender más tarde (de todas maneras,
lo peronista es que el pueblo lo entienda y lo haga suyo, lo pelee, lo milite y
se empodere finalmente).
Dígale usté al empresario-ministro que donde hay una
necesidad hay un derecho y el adusto fulano se le caga de risa. Porque es una
cuestión de intereses. Pensemos en un señor (no importa la coincidencia con la
realidad, va más allá de eso) que fue ejecutivo de la Shell, y lo ponen a velar
por YPF. Lo primero que le dice es que el autoabastecimiento petrolero no es
una prioridad. Plantéele a un gerente de la JP Morgan (que viene a ser lo
contrario a la “gloriosa) que el Banco Central debe ser el mojón al que se ata
la política fiscal, monetaria y financiera del Estado. Las pelotas, le hablará
(si le dirige la palabra) de la “independencia” de la entidad.
Cuando elegimos, también lo hacemos por el sentido en que se
van a cometer los errores. Y mucho me temo, compañero, que se ha elegido por
cometerlos hacia arriba. Por la manera en que se va a distribuir esa gran
plusvalía si lo quiere, la forma en que se va a acumular y quiénes van a
hacerlo.
A usté no le va a ir en suerte y a mi tampoco. Y si bien no
estábamos haciendo la revolución, algo si nos había tocado a una mayoría en
estos años.
Mire, no creo en el apocalipsis que se pinta porque no creo
que los ganadores de hoy sean pelotudos. Pero son lo que son y como el alacrán
terminarán picando a la rana que lo cruza por el río.
Fíjese que el argumento apuntado más arriba no es muy
diferente a aquel que decía que era mejor que un rico llegara al poder porque, como tenía mucha plata, no iba a
robar. Ingenuo o bobo como pensamiento si, pero el otro, ese que postula la
superioridad de un empresario gestionando el Estado está cargado de animosidad.
Es una vieja ideal liberal que sospecha del Estado si este no atiende a las
mínimas necesidades de seguridad (externa si, pero sobre todo interna) y
garantías al desarrollo sin trabas del Capital.
Acumulación de capital en un mercado libre, sin regulaciones.
En el medio y dado que fue inevitable la explosión de la sociedad de masas (de
la cual el peronismo es consecuencia y no causa), hay que gobernar la cuestión
social. En ese sentido, los “gerentes” son necesarios para esa confiabilidad y
esa dirección promercadista del Estado.
Es una cuestión de fondo. Cuando el peronismo “combate al
capital” lo hace sin poner en cuestión la existencia del Capital, sino su
propensión a avasallar el interés común que es el de los que menos tienen (no
el de todos). Se puede avasallar también
con buenas maneras (si la hegemonía cultural da) y hasta con con globos en un
carnaval re-alegre.
Estas son cuestiones que no saltan a primera vista, pese a
haberse dicho muchísimas veces, a haberse comprobado infinitas veces en la
historia. No son evidentes para nada y, a veces, es mejor no insistir para no
ser pesado (o no aparecer siempre como el arruinador del cumpleaños como decía
antes).
Será entonces como dice el Martín Fierro del creyente: “por
sus hechos los conoceréis”.
Como siempre excelente. Incluso tal vez, cambiando algunas formas para hacerlo mas entendible (no mas "agradable", creo que es un material de difusión mas allá de este blog.
ResponderEliminarCompañero
Un abrazo
Eduardo Tissera
Estimadísimo compañero: lo que se publica acá puede ser reproducido en todo o en parte sólamente con el requisito de citar la fuente. Si desea modificar algo (siempre que no sea el sentido) para alivianarlo o hacerlo más entendible, pues hágalo y dígalo también. Le agradezco la lectura de siempre, las recomendaciones y las críticas. Un abrazo.
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