“(…)‘un proyecto de
inclusión no excluye a ningún sector social’ y ‘no es una inclusión selectiva
que solamente incluye a los más vulnerables o a los que menos tienen’ sin que,
al brindarle nuevas posibilidades a estos, ‘necesariamente tiene que incluir a
todos los demás, que son los que proveen los bienes sociales, culturales,
materiales y los intangibles para que esos sectores vulnerables puedan ascender’.”
La Presidenta lo dijo en medio de un discurso en el que
habló entre otras cosas del rol del Estado, en ocasión de su pasada visita a
Misiones*. Peronismo explícito se podría decir. Y también se podrían hacer un
sinnúmero de observaciones sobre la relación entre el capitalismo, la sociedad
dividida en clases y las consiguientes diferencias sociales.
Para una mirada desprevenida (y a la izquierda) sería la
reafirmación de una creencia ingenua (cuando no cínica) en la posibilidad de un
capitalismo con rostro humano, solidario y que contemple la función social del
capital (ideas que, tanto la Iglesia Católica como el Peronismo han sostenido
históricamente). Y desde ya, para los poseedores de tal mirada ideológica,
sería sostener un imposible. ¿Por qué imposible? Sencillamente porque el
sistema capitalista busca la obtención de ganancias sobre toda otra
consideración, y se basa en la explotación social para obtenerla.
Para comprender esto es necesario salir de la moralina que
conllevan los términos y tomar prestado un cacho de marxismo (upa). Explotación
económica -dejamos de lado lo de la “enajenación” porque nos llevaría a un
interesante debate sobre la cultura y a otro lado- que se vincula con la
obtención de plusvalor, esa cosa que no le pagan a usté por la producción total
de un día. Ese laburante que trabaja ocho horas, ponéle, y en la mitad del
tiempo produce como para pagarse el salario (en el actual nivel tecnológico
pueden ser minutos o segundos). El resto de valor producido engrosa, groso
modo, las arcas del capitalista. Este reinvierte una parte (es importante
cuánto, pero no viene al caso) y eso se transforma en capital. Y así. Entonces,
a menos que el trompa reparta al final del día toda la ganancia entre sus
trabajadores, el fulano se apropia privadamente de un valor creado socialmente.
Palabra más, palabra menos: es el capitalismo. Y de allí salen las
contradicciones, la base material de las contradicciones y blablablablá.
¿Cómo puede ser solidario un sistema que se basa en estos
principios? Sencillamente no puede, y más aún, no debe. Acá lo que se está
diciendo es que, de la enorme montaña de riqueza que genera el trabajo de la
sociedad, una parte debe descender de la pirámide y no en forma de derrame por
goteo. He allí la “función social del capital”; debe servir al bien común
representado por los intereses de toda la sociedad y no sólo de su vértice más
poderoso.
¿Acuerdo con esto? No se y no lo voy a saber nunca, ya que
no importa en lo más mínimo. Y he aquí el problema de la mirada a la izquierda.
Esto importa para una discusión académica o para tener conceptos claros y no
irse al carajo, pero no importa para operar sobre la realidad o no importa como
un absoluto.
La enorme vitalidad del peronismo abreva en la fuente de la
vida. El peronismo está pegado a la vida. ¿Qué dice el párrafo de la
Presidenta? Habla del ascenso social, de una sociedad que incluya a todos, a
todos aquí y ahora, tal cual son, en la situación en la que están. Pero con una
especial preocupación que es todo un sello del peronismo: no importa tanto que
los ricos sean ricos, importa más que los pobres dejen de ser pobres. Que no
sean excluídos por las reglas de la economía, por las barreras culturales, por
el no acceso a los bienes de la educación y la necesidad de la salud. Por eso
lo de “justicialismo”.
De todos los “ismos” a mi me gusta el Justicialismo, porque con
Justicia podemos con lo demás. Garantizamos equidad (la igualdad es una
conquista siempre en progreso) y pensamos un Estado (uno posible ahora, en el
sistema capitalista de la Argentina) que de un necesario andamiaje a la
protección social y sea un poderoso agente de la economía (y no solamente el
árbitro).
Los de abajo (que no son sólo los pobres) lo necesitan
justamente para subir. De eso se trata, de subir. El peronismo planteó como
nadie el tema de la movilidad social; lo planteó y lo hizo. Es curioso, siendo
que nuestro movimiento ha sido históricamente el mayor creador de sectores
medios (digamos “clase media”, aunque no sea una clase social propiamente
dicha) con el tiempo es con estos fulanos ascendidos que termina teniendo
problemas políticos (que se transforman en ideológicos). El por qué son los
sectores medios fácilmente captables por la propaganda de la derecha es un tema
que ni empezamos a discutir acá, además de faltarnos para hacerlo algún tramo
de biblioteca. Lo señalo, no más.
Pero volviendo, el peronismo tiene en su adn la reparación y
promoción social, la movilidad necesaria por una cuestión de justicia. Eso es
lo que le sirve al pueblo argentino y debe ser por eso -o en gran parte por eso-
que obstinadamente y pese a todo las mayorías siguen apoyando y siendo parte de
este movimiento político.
Hay otras razones sin duda, y la historia misma del
peronismo ilustra de sobra. Ocurre que en momentos en que se avecina una
elección nacional importante, estas cuestiones son relevantes y hay que
decirlas, porque no da lo mismo todo y no por nada que se habla siempre de
nosotros.
No fue magia, en tal caso, fue y es Peronismo.
* “Los que quieren ajustar
no pasaron hambre”, Página 12 del 24-09-2015, pág. 5
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