Los
jefes de ejércitos siempre planearon cuidadosamente sus tácticas y estrategias
de guerra. El mapa de situación que recogía el curso del conflicto bélico se
solía escenificar en una gran mesa en la que se desplegaban mapas, y también se
reproducía a escala el teatro de operaciones. Esas son las mesas de arena.
Algo
similar ocurre con las compulsas electorales (cuando el choque de maquinarias
partidarias reemplazó al combate en campo abierto). Hace mucho que al lado de
los dirigentes políticos se ubican encuestradores -dueños de consultoras de
opinión- que, por lo general son empresarios, aunque pasan por analistas
políticos (hay pocas excepciones, pero las hay). En algunos casos -un caso muy
porteño- estos individuos son los que mueven con los punteros las tropas y
explican alternativas y planes, y los políticos sólo son su público. Para eso
les pagan (a ambos).
Alguna
gente cree que eso es la política. Eso y la discusión por cargos electivos, además
de los cargos políticos que se derivan
de la cosecha de votos. Es decir, la política es marketing y rosca. Siempre hay
un boludo que menciona un proyecto, una idea, algo como para poner en un
programa, y entre todos lo cagan a trompadas. Se lo merece por impertinente.
La
gente también se plantea estas cosas cuando piensa que habla de política.
¿Quién va a ser el candidato? Y cosas como esas. Importante, si. No excluyente,
si. Y el politizado viene a ser el que pueda reconocer unos diez nombres de
políticos (vivos), más o menos.
Bien.
Vamos a hablar de otras mesas de arena, o de lo que hay debajo de la mesa.
Tenemos
un gobierno -el nuestro- que lleva adelante un modelo (algo así) que ha
necesitado, para poder ser, una ampliación continua de la demanda. Eso es el
consumo masivo, el famoso mercadointernismo, la generación y mantención de
puestos de trabajo genuinos (tendiendo a que sean en blanco). Es lo que abrió
el pasaporte a la “clase media” (que se duplicó en estos años y se consolidó en
aquellos sectores que ya eran, pero habían quedado agarrados de dos cerdas del pincel).
Al
mismo tiempo, el gobierno necesita controlar la oferta (el otro polo de todo
mercado) justamente para que se pueda satisfacer la demanda generada. Y decir
algo así, implica también el hecho de haber creado oferta desde el Estado, allí
donde los privados no iban ni querían ir. El Estado, dirigido y administrado
por nuestro gobierno, hizo de socio capitalista porque si no la burguesía se nos
subía al techo y se llevaba la manteca con la lengua. Paradojas de países con la tara
neocolonial que sufrieron una industrialización tardía, pero efectiva (parte de
la realidad efectiva, que debemos a Perón).
En
lugar de políticas que enfriaran la economía y restrinjieran el consumo, se implementaron
medidas de control a la cadena de precios,
a las posiciones dispares de mercado y reglas que traten de permitir la
competencia (quien lo diría, pero puede ser un remedio eficaz ante tanto
pirata). Se hizo con cierta consecuencia (y cierta inconsecuencia), a veces fueron
intentos como para poner en caja al Capital, pero algo se hizo. Y un comentario
al margen: no se escapa a la observación que las minidevaluaciones y la más
abrupta de enero pasado contuvieron el consumo, sumadas a otros problemas más
relacionados con problemas estructurales de la economía dependiente de nuestro
país. Pero la tendencia ha sido a la expansión y no a la contracción, a la
producción más que a la especulación monetaria (como era costumbre y como la
gente está acostumbrada).
Es
decir, un gobierno como el nuestro genera procesos que dependen de variables
que no controla. ¿Qué por qué? Porque el Estado del neoliberalismo se reduce
-se especializa- en garantizar super ganancias en las altas cumbres del
capitalismo financierizado. Controlar es de pelotudos, viene a ser.
El
gobierno (aún el nuestro, tan fuerte, soberbio y dictatorial) no decide en la
formación de la cadena de valor de la producción ni en la elaboración del
insumo básico de la economía de la Argentina pícara, es decir, no fabrica
dólares.
Aparte
tiene otro problema -que a los sujetos de la City les chupa un huevo- y es que
al crecer como se ha crecido en este período (por obra y magia de conscientes
políticas aplicadas) es preciso consumir mucha más energía. Y resulta que la Argentina
había dejado de producir energía, si total la podía comprar y endeudarse para
comprarla. El déficit energético es lo que debería preocupar sanamente a nuestros
sanguangos compatriotas mediáticamente pelotudizados. Debe ponerse más atención
y valoración a movidas como la recuperación de YPF (aún como sociedad mixta),
por ejemplo. No basta con hacerse el boludo como el jefe de gobierno porteño
ahora y cuando había que hacer algo así como una patriada haber resuelto votar
en contra, sin más.
En
el fondo nos proponen, como “fin de ciclo”, legitimar con el voto popular a un
elenco que quiera/proponga/anhele/suspire por endeudarse. Pero no estas deudas
de mierda para hacer cosas (como las que ha contraído nuestro gobierno),
estamos hablando del endeudamiento para endeudarse, del financiero, el de
verdad. Honrar una historia de argentina con minúscula. Algunos, hasta lo
dicen.
La
verdad es que alguien tenía que empezar a marcarles la cancha a los titulares
del poder real. Este gobierno con sus más y sus menos lo hizo, lo hace, y ese
es tal vez uno de sus mejores legados. Ocurre que para semejante tarea
(sumamente ingrata y que genera ingratos) es necesario contar un impresionante poder político. Oponerse al
deseo privado de las corporaciones requiere de un enorme poder político, que
tiene correlato económico (que algunos empresarios vean que es de su interés
también apoyarte), se relaciona directamente con el consenso y el apoyo
concreto de los fulanos ciudadanos (y cuando esto ocurre se transforman en
pueblo).
Digamos
la verdad… las opciones electorales que hoy por hoy aparecen con imaginarias
posibilidades en las encuestas, remiten a un conservadurismo inquietante, aún
desde nuestras filas.
¿Alguien
tiene alguna duda de que, de no ocurrir algún imponderable, le estamos buscando
un vice a Scioli? Ojalá nos convenza si tiene que ser él (uno no podría negarle
legitimidad a sus aspiraciones, como tampoco enrostrarle traiciones). En el
mejor de los casos, lo que venga (si se confirman los presagios) no será como
lo vivido hasta ahora. En el peronismo el presidente (de ser peronista) suele
ser el conductor y jefe, no para aplicar un verticalismo absoluto pero digamos
que tiene un enorme margen de acción e iniciativa para todo el movimiento. Así
fue siempre, pretender que va a ocurrir otra cosa es no entender cómo es el
peronismo (y esto es peronismo). De allí las preocupaciones.
También
puede ocurrir que de acá a la hora de las definiciones aparezcan perfilados
otros, no se (parece difícil, pero nada es imposible hasta que caemos en la
cuenta de que no ocurrió). No vale echarle la responsabilidad a la Señora (el que
Ella diga) no seamos pelotudos, somos nosotros los que decidiremos a la final si
hay que bailar no con la más agraciada por el hecho de que hay que seguir en el
baile hasta que se vaya el último, o si nos vamos a casa antes de las doce (en
lo personal, no acuerdo con una postura como esta última, amo más a mi país que
a mis principios).
Estamos
hablando más allá de la oposición, como de entrecasa (ya se agregarán variables
que compliquen el análisis). Por eso sale lo de los candidatos propios. Cualquiera
que diga ser el continuador de este modelo deberá atenerse a estos
condicionantes de hierro. Acepta los riesgos y le mete para adelante o termina
como otra frustración de las acostumbradas o peor, porque estos tres períodos
kirchneristas marcan algo. Se llame como se llame.
Se
pudo hacer flamear la bandera otra vez, se trata ahora de que no sea sobre las
ruinas.
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