Necesidad de aclimatarse a las
nuevas condiciones. Es algo a tener en cuenta porque el tiempo pasa, los
humores cambian, las circunstancias se complejizan y nada, pero nada es como al
principio. Después de una frase tan criptica, convendría ir a los bifes…
Estamos en el pronóstico n°… del
fin del kirchnerismo, tan fuerte como en el 2009. Se habla de una derrota
electoral imposible de revertir tras el resultado de las PASO. Es decir, que el
kirchnerismo pierde en los principales distritos (las provincias grandes), cosa
que no sería nueva y también en algunas provincias de las “chicas”, en las que
antaño el predominio era incuestionable. Se agrega la anunciadísima y poco
comprobada fuga de compañeros hacia el “nuevo liderazgo” de la provincia de BA
(esa “hermana mayor” de la generación del 80). Algo de eso ha sufrido la
legislatura en La Plata, pases abonos y boletos, así son algunos (vaya
novedad). Pero de masividad en la fuga, aún al menos, ni hablar. También están
secretamente los intendentes que –en secreto-
confiesan a comentaristas del multimedios opositor por excelencia, sus
intenciones de pegar el salto.
Bien. Uno ya ha leído infinidad
de análisis y otra cuantiosidad de pronósticos (que en alguna prensa va tomando
el lugar del análisis) como para agregar uno más, y encima de entrecasa. Puede
ser mucho más útil hablar un poco de lo que se siente, de lo que imagina uno y
no mucho más.
Podemos hablar de ciclos, y
cuando lo hacemos le ponemos números. Siempre se dice (vaya a saber por qué) de
que un ciclo debería tener –caprichito- unos diez años. Y cuando da un
más/menos, decimos diez igual, da siempre. Uno aporta lo suyo entonces. Al
peronismo –en sus variadas expresiones- este pueblo le va dando tres de esos
ciclos: la década del peronismo original (que son nueve, pero que algunos
comienzan a contar desde el ’43 y entonces son doce), los largos diez años de Menem
(me tienen podrido los que se creen progres por no nombrarlo o se andan
manoseando si alguien lo nombra), y la presente que llegará a doce también,
pero que en la actualidad son nuevamente diez.
¿Esperábamos mucho más? Digo yo,
en este país turbulento, inestable, que le pasa todo y su gente vive como si hubiéramos
salido recién de una guerra. Más bien diría yo que estos tres períodos y dos
presidentes del 2003 para acá, han sido una gratificante anomalía. Este no es
un país normal, y mejor así porque los “normales” no son buenos: unos son
gendarmes del mudo y asesinos seriales, otros deben su fortuna a antiguos
tráficos de gentes y mercancías, otros han sido (y son aún) piratas y amigos de
lo ajeno, todos una bazofia con pasados de palacios con grandes escalinatas
llenas de caca (en Versailles pasaba).
Somos América Latina y todos se
han enterado con estos gobiernos. Gobiernos con fraseología más grandilocuente
que lo que podían transformar, pero iban haciéndolo. Herederos (y no
sepultureros) del neoliberalismo, apuntando fuerte y firme al capitalismo de
estado, en un estado nacional. Viejas fórmulas de difícil concreción en un
mundo post moderno (con los capitales tan globalizados y las capitales tan cosmopolitas).
Pero así es nuestro gobierno. El
que salía del infierno con un coro de ángeles negros y armaba el elenco con ex
menemistas, ex duhaldistas y un pequeño grupo de pingüinos. Armar poder, armar
institucionalidad, conseguir legitimidad en un país hecho puré. Y el fulano lo
hizo, pero se tiró a más, quería llegar al purgatorio. Y llegó. Pudo juzgar a
los milicos asesinos –que previamente había disculpado Menem mientras minaba
las bases del poder militar, es innegable eso y reconozcámoslo, el fulano hizo
bosta todo lo que tocó fuera bueno o malo- y dar batalla cultural a los dos
demonios. Y hay asados y alegría en la ex ESMA, por suerte y a mucha honra.
Con bosta se hicieron ladrillos y
con esos ladrillos esta casa que nos cobija. Los habitantes somos un poco
parecidos a los materiales de construcción, a veces con idénticos resultados. Y
veamos –digo por los gritos de las/las cacatúas- jueces y empresarios no
elegidos, políticos y sindicalistas sometidos a elecciones cada dos años. Es
una diferencia, pero la culpa de todo siempre la tienen políticos y
sindicalistas. Son los dueños de la corrupción y de las calamidades. Y muchos
pelotudos graznan y duermen tranquilos pensando que los acuna Marx, Proudon, Cousteau
o Saint Exupery (depende del grado de pelotudez y de nivel socio cultural).
Pero no, el país que añoran no existe y el que existe no pueden disfrutarlo.
Alguien dirá que tienen derecho a no estar de acuerdo, al disenso y aún a la
airada protesta.
Si. Pero si decís “si”, te
replican que gracias por otorgarles el derecho a disentir. Te contestan con
chicanas forras de gente inexperta. Agradezco no hacerme la malasangre de ellos
y de vivir el mejor momento de mi vida, gobernado de la mejor manera que nunca
(yo nací después del Perón original, en plena Libertadora). Y jódanse, qué
puedo decir.
Vuelvo a la reflexión apasionada.
Compruebo una y otra vez, una y otra elección que el bi partidismo sigue vivo,
aunque no goza de buena salud. El radicalismo –más dramáticamente, como es su naturaleza
republicana- y el peronismo son coaliciones inestables muchas veces pegadas con
moco.
Los radicales tiene algunos
signos de mejoría y los peores médicos, la agonía se prolonga y se ha hecho una
forma de vida. Pero son la segunda fuerza institucional, al menos. El peronismo
en cambio, se quiebra, se divide y se diferencia ejerciendo el poder político.
El kirchnerismo es un sector del peronismo, a juicio de yo, el que mejor interpreta
la esencia del peronismo original y las nuevas épocas. Pero sería necio y
absurdo negar el peronismo llamado “federal” por conservador o neoliberal,
negar el peronismo a la UPAU que trae Massa-Malgarini (Duhalde y Rico, y siguen
las parejas). Como uno no niega el peronismo de Menem (y lo nombro por tercera
vez, basta de tocarse).
Será una disputa intra peronista
ver quiénes hegemonizan, si el PJ sale de su letargo (dicho en general, conozco
las particularidades) o el movimiento sigue teniendo la vigencia que se insinuó
con tantas agrupaciones y organizaciones (algo de eso hay y llegó nuevamente
para quedarse).
Además, hay que decir que el
kirchnerismo supo agrupar en un proyecto (o la idea de un proyecto, es otra
discusión) a no peronistas. Decir “no peronistas” es, lo sé, algo injusto.
Parece que uno sugiriera “ex gorilas” y no es así. Muchos vienen de otras
pertenencias políticas a las que abandonaron con despecho, rabia o
indiferencia. Muchos otros se incorporaron –desde la militancia a la
participación en familia en los actos o
en los decires y discusiones familiares- por primera vez a un bando político.
Muchos fueron por primera vez “oficialistas”. No es poco haber logrado algo
así. Y esa marea se consolidó (tiene un piso de casi el 30% de las voluntades)
en estos diez años. Obra de la conducción y no viento de cola. Obra de muchos
predicadores y realizadores, de los estratégicos y de los muchos tácticos. Y el
peronismo en el centro, pero muy convividor.
No me parece que eso se acabe.
Habrá sido para muchos, lo mejor que les pasó en la vida (al menos en la vida
política). Si puede ser que haya cambios a partir del 2015. No de esta
elección.
Y hay que ir pensando en el 2015.
No me estoy refiriendo –solamente- a candidaturas, sucesión, etc. y etc. Digo
la manera de transitar estos dos años que de lujo gobierna aún Cristina (lujo, demasiado
para mi país muchas veces), para que lo fundamental sea irreversible.
Se hace irreversible cuando la
gente (cuando se asoma como Pueblo, que pasa poco pero pasa) toma algunas cosas
como dadas y propias, es más difícil quitárselas (nunca imposible). Y pienso:
la jubilación estatal, el ANSES, las reservas y este Banco Central, la
inversión social, la Asignación Universal, la Sube, Aerolíneas, la incipiente
estatización de FFCC, los canales culturales y la TV digital, la aplicación de
la ley de medios, las regulaciones y controles estatales (también incipientes),
la costumbre de tener paritarias todos los años, por decir algunas.
Puede fallar, claro que sí. Todo
se puede ir al carajo con los que les parece, por ejemplo, que pueden convivir
perfectamente un régimen jubilatorio estatal y otro privado; que es un buen
momento para tomar deuda externa (las tasas deben andar por el piso) y que es
fantástico tomar deuda del exterior para financiar déficit futuro (bueno, dicho
así queda para el culo); hacer una vaquita entre todos los argentinos para
pagar a los fondos buitres y que no molesten más; reconciliar a los argentinos
y parar con los juicios a civiles cómplices de la dictadura; meter mano dura
con los pendejos delincuentes a ver si se asustan (o se mueren).
En definitiva, corre peligro lo
bueno de esta época (y se puede discutir lo objetivo de lo bueno) si el país
vuelve a ser normal o como siempre, a su destino cagón y lloroso, de rebelde
pelotudo que cuida a Willy, de miserables que putean pero no devuelven los
subsidios, de mierdas humanas que hacen guita a lo pavote con los pavotes.
Vendrá otro tiempo, sin duda.
Aunque esto de alguna manera siga, nada será como ahora ni como antes. Tendrá
otra(s) impronta(s), de otro elenco. Tal vez más lento, más sonriente, menos “crispados”
y más afectos al acuerdo fácilentregandoalgoperomuchomásqueantes. No es asunto de palabrería, la contradicción estará (y lo digo
sin eufemismos, por si el próximo llegara a ser Scioli o similar) en hacer más
tranqui esto o matizarlo para que pase suave, hará crecer a los que no quieren
que pase y quieren que se termine. A esos que les conviene la crisis sin
salida, porque ellos cobran la salida.
Algo puede perderse, mucho
quedará. Y si esto no siguiera, habrá otros que recojan las banderas y nuevamente
las lleven a la victoria (con ese mismo nombre querido). Si se logra la
continuidad, será una continuidad a libro abierto.
De todas maneras, muchos deberían
ir viendo desde donde comienzan la caminata en procesión a Calafate, para
agradecer/ pedir perdón, que cada uno vea.
De todas maneras, pienso que como
tantas veces (y tantas no) se va a lograr. Volvimos de cada una.
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