Pura mística. Para
nosotros, la experiencia de una mística no religiosa o, mejor dicho, no
confesional. Es lo que tenemos (por un lado) al ser los repetidores de anécdotas
de otros… heróicas, duras, atravesadas anécdotas de gente que casi casi ya no
está.
A mi me da la tentación
–no se si lo sentiste- de dejar por un momento (por más de un momento) la que
nos tocó, esa del cabello suelto y libre, que después uno sabe que la foto se
tomó en la quinta de San Vicente, el lugar felíz. Es una versión resignificada -como
toda historia- para hablar de un momento preciso que no fue cuando se tomó la
foto, sino mucho después. Necesitabamos una libre, al viento y sin dogmas. Una
separada del Viejo, más lejos y más adelante. Una mejor.
Dolor de época y
nostalgia de otra no vivida. Somos nosotros. Pero Ella… es inasible. De la
misma manera que la muerte es inalcanzable y está destinada a alcanzarnos
siempre. Pero Ella con ella misma es imposible. Como La Razón de Mi Vida,
ratificado, corregido y firmado por Ella como lo que quiso que supiéramos. Así
es lo que sabemos tras tanta y tanta biografía (y hablo de las a favor).
Quiero imaginármela sin
oligarquía. Sin enemigo enfrente. Sin grito y sin el invento persistente de la crispación.
No aquella del micrófono (la que mira al BA Norte), pero tampoco la del collar
(BA Sur). ¿Dónde está? Cómo percibir un gesto, alguna mirada, la forma de
tomarse un café. Una charla con Paco sobre moda. Algo así.
El postmodernismo nos
dejó enfermos de intimidad… tal vez. La cuestión es que cuesta un montón
aceptar que no se puede tener ni un vestigio personal, ni un segundo real y
encima sin recuerdos.
Queda el bocaenboca y
la literatura. Y es el bocaenbocadeotraboca, repeticiones con agregados y
cambios necesariamente. Literatura que trata de resaltar uno u otro aspecto, y
a veces la pegamos (y muchas no).
Me queda hablar del
otro lado (decía antes “por un lado”). Ese que va del garaje de la calle
Austria a La Fundación en todo el país. De las apóstolas una por provincia y
todo el destacamento que después se transforma en el Partido Femenino (la Rama).
De las enfermeras con la capita y la profesión. Los Hogares. Las cosas y entre
ellas el mar asaltado por los negritos.
Como es cierto que la
historia se repite como farsa, a mi me tocó la Cruzada de la Solidaridad y los
cheques que guardaba Lopecito. Me tocó un casquito infame de pelo en trajecitos
de ultraje y la sentadita en la punta del sillón que quedaba enorme. Qévaser.
Mal.
Mejorando un poco me
tocaron las Manzaneras de Chiche. Algo se parecía, palidamente. La verdad es
que ningún gobierno –aún los peronistas- volvieron a combatir el desamparo y la
miseria (dos de los hijos malditos del Capital) como con La Fundación. Nunca
más nadie se atrevió a volcar el Estado –o a hacer una orga paralela con poder
de Estado- para abrazar primero y empujar después, porque se necesitaba que
hubiera derechos (y siempre). Me resisto a creer que La Fundación es historia.
La Fundación es mandato.
Si hoy no recordáramos
nada. Si hoy no hubiera ocurrido nada, o sólo lo del Moncada… Si el cáncer no
hubiera sido vivado y vivido. Sería una vieja (tal vez hubiera muerto hace
poco). Una señora que a lo largo del tiempo hubiera dicho y hecho muchas cosas
(algunas nos hubieran servido y otras tal vez no). Como con todos los viejos
que se quiere, hubiera tenido sus cosas y todas esas otras como para
disculparlos. La linealidad del candor suele ser mentirosa, prefiero la vida que
es más torva pero más amiga.
Si hubiera vivido. Si
hubiera vivido más, porque vivió enormemente.
Esta es la flor de este
año, Señora (se que la puedo llamar simplemente Evita).
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