El próximo
miércoles 20 de junio el Fondo Monetario Internacional daría luz verde a la
Carta de Intención y Memorandum de Políticas Económicas y Financieras enviada
por el gobierno argentino. En esta frase hay una barbaridad y un error. La
barbaridad es que el magno evento caiga justo en el Día de la Bandera, que es
el de la muerte de Manuel Belgrado, para la aceptación de un plan de ajuste y
entrega. El error, es que el actual gobierno neoliberal tenga algo de
argentino.
Es duro lo que
uno dice, es duro. Pero veamos por qué. No es sólo por recurrir al organismo
multilateral de crédito de triste y reciente historia en nuestro país, del que
nos habíamos deshecho con mucho esfuerzo y tras una brillante gestión económica
de la Presidencia Néstor Kirchner (algo que suena a “realismo mágico” a estas
alturas). El FMI no es malo por carácter ni por esencia, porque la vida
política no se divide entre buenos y malos, pero volver a él con los
antecedentes que acumula es sinónimo de
estupidez o una confesión de partes. Es imposible no pensar que los que lo
hicieron una vez –muchas figuras de este gobierno son el antecedente visible de
la crisis del 2001 y del jaqueo de los Fondos Buitres después-, no volverán a
hacerlo ahora. Y lo hicieron. Inútil es rebatir argumentos que hablan de que el
Fondo cambió (para bien) o que se le pide auxilio para evitar un golpe de
estado (Carrió dixit, encima aludiendo a los actores). Se va al organismo
internacional porque es como volver a casa, porque este plan económico no va a
ningún otro lado que a la cueva más notoria de la especulación financiera. Un
modelo que privilegia la burbuja financiera sobre la producción y el mercado interno
(que tiene que ver con la vida de la gente), lleva irremediablemente a estas
cosas.
Veamos que dicen
los diarios sobre la Carta de (mala) Intención y los compromisos que este pobre
país asume (otra vez) …
El tema
cambiario con un sistema de flotación sin intervención del BCRA (dicen); en lo
que va del año el tipo de cambio acumula un 52%, en el que “acumula” va por
“devalúa” el peso. Dejemos de lado el tema de los funcionarios de reemplazo de
aquel mejorequipodelosúltimoscincuentaaños, que agrava la perspectiva dada su
actividad en mesas de dinero y timba financiera internacional, y vayamos a la
realidad de que se entró en una devaluación continua de la moneda nacional
frente a la moneda del Imperio (que cada vez es menos la moneda internacional,
y si no pregúntele a China y Rusia). La alternativa, de no frenar la trepada
del dólar por ejemplo, podría ser la dolarización del sistema financiero. En
medio de eso, el Fondo.
Vender las
acciones de grandes empresas y títulos en poder del Fondo de Garantía de
Sustentabilidad (FGS) del ANSES, otro punto. Tal vez el más ingrato. Ellos (los
neoliberales funcionarios) hasta te hablan de acciones y títulos incautados a
las empresas por el gobierno anterior, entendiendo que no había ningún derecho
a posar las pezuñas sobre la propiedad de las empresas, más allá de que eso
fuera un botín de la guerra de las AFJP truchas que cobraban comisiones en la
timba de la Bolsa y dejaban para el Estado el sostenimiento de las
jubilaciones. Con esto se encontró Néstor Kirchner y Cristina FK hasta que
también se encontraron con un fulano llamado Boudou que propuso un plan para
terminar con el saqueo de la Seguridad Social (y por eso está siendo juzgado y
por ninguna otra cosa). Con el FGS fueron posibles muchas cosas que hacen
a la justicia social, y no solamente –pero
también- bancar los aumentos reales a los jubilados y pensionados. Es un fondo
anticíclico pensado para aguantar ataques y embates especulativos, y que el
hilo deje de cortarse por lo más débil. Y por todas estas razones, debe ser
liquidado; para que la plata mal habida vuelva a sus legítimos ladrones.
Se menciona
también una “reforma jubilatoria” dentro de las propuestas de ajuste, para
supuestamente mejorar el sistema y hacerlo “sustentable”. Esa puerta entornada
da para que entre el viento y una posible suba en la edad de retiro, la vuelta
encubierta (o no) del sistema de capitalización, o que no sea un beneficio para
todos (otra cosa que nos hicieron creer)… Como sea, al FMI el tema le interesa.
No podía faltar
el tradicional achique del Estado (que los ultraliberales parangonan con
agrandar la Nación) que se traduce en un mayor ajuste del empleo público
echando gente, reduciendo o eliminando funciones del Estado, congelando
vacantes y contrataciones ya mismo. Nada difícil cuando se plantea un Estado
mínimo que se desinteresa por el control de la economía y de su función social.
En el rubro
inflación, ya sin metas, plazos ni objetivos, el gobierno se somete a una
supervisión “rigurosa” del organismo que le indicará qué hacer (porque siempre
se puede ajustar un poco más) por si los índices no bajan a un nivel razonable
para un país del tercer mundo.
Desde ya que
habrá una nueva Carta Orgánica para el Banco Central, que consagre de una vez
por todas su “independencia” y la prohibición de financiar al Tesoro. Es decir,
que una poderosa herramienta del manejo autónomo de la economía quedará también
en manos de otros, y otros “interesados”.
Algunos
compromisos más … Como los tarifazos en transporte y energía continuarán, la
cosa es que el Estado termine definitivamente con esa costumbre de subsidiar y
se reduzca también por esa vía el déficit fiscal. El ajuste fiscal de 19.300
millones de dólares se completará con una marcada reducción en la inversión
pública, obras por ejemplo que era uno de los pocos rubros con que se sostenía
la actividad económica. Eso unido a menores transferencias de dinero a las
provincias, que la ligan de ambas maneras (menos obra pública y menos
desembolsos de guita del Estado Nacional).
Entonces y
recapitulando, el país recibirá un primer desembolso de 15.000 millones de
dólares que irán, una mitad al Tesoro como refuerzo (ahí va la corrida y la
timba de lebacs) y la otra mitad al Central como “reservas” (que no son
genuinas ya que no vienen de la producción nacional y la diferencia entre lo
exportado y lo importado, y se pagarán con intereses). Para utilizar los
restantes 35 mil millones del crédito, habrá que someterse a doce (12)
revisiones trimestrales del FMI. Cada supervisión habilitará hasta 3250
millones. La primera “visita” será el 15 de setiembre y de allí volverán todos
los setiembres, diciembres, marzos y junios de cada año hasta 2021. O podrán
tener una oficina en el ministerio de Economía como antaño, hasta que Néstor
Kirchner los invitó a desalojar.
Uno piensa y
dice “¿hasta cuándo aguanta la gente?”, porque muchos creyeron en los spots de
campaña y depositaron una confianza ciega en un voto también ciego. Cuando
votas a la derecha siempre le das un cheque en blanco y, si no lo hacías por
convicción –sino por publicidad- te debés querer pegar un corchazo ahí. La “pesada
herencia” también explica esto, ya que el país quedó tan mal y la gente tan
necesitada que una ancha franja de clase media estrenada y/o consolidada
gracias a las políticas productivistas del gobierno peronista, tuvo el colchón
suficiente hasta ahora para bancar las inclemencias del neoliberalismo, cuyas
calamidades aparecen siempre asociadas al clima (no hay responsables jamás).
Pero la bonanza (inventada por el “populismo”) se termina y se comienza a
correr a la coneja. Ni hablar de los sectores vulnerables, a los que embocan
con la más mínima medida antipopular porque no tiene de donde agarrarse.
Así ocurrió con
el verdadero relato, ese que la prensa que apoya al gobierno de derecha fabrica
hora a hora, en este caso para ver las ventajas de ir al FMI (nunca dicen “volver”,
porque salvo para recordar al gobierno anterior, el pasado no existe) y la
transformación de estas calamidades en una “oportunidad”. El gobierno ha hecho
una profesión de privilegiar el marketing sobre los contenidos, y de esta
manera, ha logrado deshacer el discurso opositor ignorándolo, haciéndolo inaudible.
Igualmente,
existen límites que son los impuestos por la realidad material. El tema del
Fondo no cae simpático a los argentinos en general. Será algo de memoria,
desconfianza, intuición, pero nadie iría a darle la bienvenida, salvo para una ínfima
banda de arrastrados. La mayoría piensa que el acuerdo es para peor y que la
economía no va a repuntar por este camino. Eso se nota ya en la calle, en las
charlas haciendo las compras. El tema aparece, sin que uno lo saque de la
galera.
Y aunque el
grueso del común no vea mucho más allá del día a día, justamente ese es el
problema porque el día a día es un espanto, solo menor al espanto que sigue. Y
eso, querido compañero, en algún momento surge en todo su potencial y la crisis
se convierte en social y en política. En el fondo, una crisis de hegemonía,
para los que les gusta pensar un poco.
En este tiempo, tenemos
la suerte de tener en el pasado reciente la memoria de un proceso popular que
duró doce años, en los comienzos del siglo XXI (por más setentismo en que se lo
quiera enterrar).
*Los datos
económicos y la estructura de la Carta de intención presentada al FMI fueron
tomados de “Ajuste sin miramientos y entrega al mercado”, por Tomás Lukin,
Página 12 del 15-06-2018, págs. 14 y 15.
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