En la foto, Omar Plaini –secretario
general del gremio de Canillitas y diputado nacional- agradece emocionado la
presencia y apoyo de un nutrido contingente de militantes y dirigentes de ATE Capital
Federal, en la puerta de su sindicato. Fue en esta semana.
Plaini -además miembro importante
del consejo directivo de la CGT- fue, como se sabe, suspendido en sus funciones
sindicales, allanada la sede del gremio, intervenido el mismo y ocupado con
fuerzas de Gendarmería. Todo a cuento de una vieja causa por supuestas
irregularidades en una elección de 2013, que fuera desestimada por la Suprema
Corte, y que ahora –casualmente tras el apoyo del sindicalista a la lista
Unidad Ciudadana de CFK- es resucitada por un juez que hace gala de la
separación de poderes al uso nostro del neoliberalismo Cambiemos. Como excusa, una verdadera berretada. Como método
recuerda en algo al asalto de los comandos civiles en el ’55 para destruir el
sindicalismo peronista (y el peronismo, objetivo fundamental de ese momento y
de este también).
No extraña la solidaridad inmediata
de un gremio que revista en las filas de la CTA (ATE) con un alto dirigente de
la CGT. La solidaridad es entre organizaciones de trabajadores cuando es
agredido uno de sus miembros, uno de sus dirigentes. Allí no hay diferencias, o
si las hubiere, se diluyen porque el que agrede es el enemigo de los trabajadores
y agrede tratando de tener injerencia en la vida sindical. Hace tiempo, el
movimiento obrero organizado obró de similar manera (defendiéndose) cuando otro
gobierno de la democracia hizo el intento de intervenir pretextando la
democratización de los sindicatos, a los que entendía como corporaciones. Fue
la fallida ley Mucci.
En este caso, como en otros
(llevamos ya cuatro intervenciones a sindicatos en este mandato presidencial),
el apoyo y la solidaridad nada tienen que ver con intentar la impunidad ante
iniciativas judiciales, por más dudosas que éstas sean. Los trabajadores defendemos
y protegemos nuestras organizaciones. Lo bueno o lo malo del funcionamiento de
los sindicatos debe ser cuidado o modificado por los trabajadores organizados y
hay toda una rica historia que lo demuestra. Uno sabe –vaya que sabe- que los
sindicatos tienen sus cosas: burócratas, traidores, chorros, y también
representantes dignísmos de bases reales que muchas veces están a la cabeza de
sus gremios porque allí los han llevado sus compañeros. Entonces, no vamos a
caer en la tentación gorila de zamarrear dirigentes porque lo señala algún
estamento del Estado (y menos aún, cuando ese Estado está representando cabalmente
al Capital).
Hay historia pegada en este celo…
camadas de anarcos inmigrantes y criollos, socialistas cabezones, los “sindicalistas
revolucionarios” y también los comunistas obreros, que nos han legado el
mandato de la independencia, de creer en nuestras organizaciones. Y después, el
peronismo, bancado a morir el 17 de octubre por dirigentes y laburantes que se
hacían peronistas en el mismo momento que inventaban el Movimiento, fue la
forma de construir una identidad de trabajadores junto al Estado, con el Estado
a favor, pero nunca desde el Estado.
Ahora el panorama se complicó. A
los despidos ocurridos desde la inauguración de este gobierno neoliberal (y
conservador) en el Estado (¿recuerdan lo de la “grasa militante”?) se
sucedieron –y siguen en una nueva ofensiva- muchísimos despidos en empresas
privadas, suspensiones, y cierre de miles de PyMES. Pero eso es la periferia
del cambio de modelo por uno de especulación, primarización y endeudamiento. El
objetivo es el mercado laboral, bajar el “costo argentino” que tanto les
molesta, terminar con la mala costumbre de las paritarias y modificar a la baja
los convenios colectivos. Naturalizar la flexibilización laboral y terminar con
derechos adquiridos. Se preparan para esta contienda del Capital contra el
Trabajo; los envalentona tener votos para estas cosas, algo que no había
ocurrido antes con la derecha…
Muchas veces uno dijo que el peor
sindicato resultaba ser más beneficioso que el mejor patrón. Tal vez exageraba –todos
pueden contar casos que desmientan lo afirmado- pero no en el fondo de la
cuestión. En épocas de apuro –como ésta- es mejor tener laburo que perderlo,
estar en blanco que a la deriva, tener el carné del sindicato que ahorrarse el
aporte como un pelotudo. Es momento de andar juntitos, con la menor cantidad
posible de diferencias, porque la voracidad obscena de esta gente no tiene
límites. Quisieran vernos arreglando salario y condiciones de trabajo puesto
por puesto, escritorio por escritorio o mejor, aceptando lo que ellos digan y
punto. Hacer de cuenta que estamos en 1942 otra vez.
Por eso no es raro escuchar
frente a la puerta de Canillitas el “¡Unidad de los trabajadores, y al que no
le gusta, se jode, se jode!”, seguido por el “Borombombóm, borombombóm, los
sindicatos son de Perón!”. Cantaban los mismos, no eran consignas antagónicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario