Uno dice "Güemes" y
piensa en San Martín. Entonces la gesta es de San Martín y don Miguel Martín
sigue siendo ese soldado bancador y leal que mantiene el norte a raya de los
godos. Es cierto, pero no le hace justicia. El Güemes gobernador era un
"populista" empedernido, y si me apura, un peronista de aquellos.
Gobierna un territorio con el
enemigo en la frontera -y no se sabe muy bien cuáles son los límites de la
frontera- y con otro enemigo adentro. Al ratito los oligarcas salteños (de esa
gran región que llamaron Salta) vieron con claridad que el Gobernador, que era
uno de ellos, resultaba ser un gaucho con algunas propiedades. No gobernaba
como uno de ellos, tenía el vicio de rodearse de chusma y gobernar para el
pueblo. Claro, los que no tienen patria tampoco se sienten parte del pueblo.
Como ahora, sin ir más lejos.
Por eso, consideraron a Güemes un
traidor de clase por más que no lo plantearan así. Los garcas de la época se
inventaron un bando y lo llamaron "La Patria Nueva", en reverso de
esa patria que veían vieja o indeseable, una patria de gauchaje y gente que
seguía al caudillo y sabían muy bien por qué. Algo difícil de comprender para
los que veían que era necesario centralizar, ordenar, limpiar, diseñar un país
para hacer negocios. No podían contar con gente como Güemes, ni con Belgrano,
ni con San Martín. Será por eso que cuando se dieron cuenta de que no podían
borrarlos del relato de la historia -justamente porque los pueblos no los
borraban- decidieron transformarlos en monumentos.
Había que derrocar a Güemes. Los
de La Patria Nueva decían algo así, en oportunidad de esa curiosidad reaccionaria
que se denominó la "Revolución del Comercio" (mire usté que fallido
¿no?):
"... el gobernador Martín Güemes, transformado en deidad superior
a los de su especie, empuñó el cetro de yerro más duro que cuantos tuvieron los
Calígulas, los Nerón y los demás tiranos de la historia; (...) desde su
colocación en el gobierno sus primeros empeños fueron perpetuarse en él,
engañar a la muchedumbre, fomentar los vicios, despreciar al honrado ciudadano,
quitarle sus bienes hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria, disponer de
las propiedades a su antojo, chocar con las primeras autoridades del Estado,
ser motor de la anarquía en las demás provincias, oprimir al vecindario con
contribuciones a su solo beneficio, tiranizar al soldado, turbar el sosiego del
gaucho; huir cobarde por los montes; (...) se proclamó general de un ejército
que sólo existía en su fantasía; recibió auxilios de los pueblos de buena fe;
...."
Por supuesto que siempre hay un
Bonadío para transformar la canallada en ley, y la prensa "seria"
para difundir las barbaridades.
En total, Güemes y sus gauchos -los
"Infernales"- resistieron victoriosamente nueve invasiones realistas:
1812 al mando de Pío Tristán; 1814 Joaquín de la Pezuela; 1817 Pedro Antonio
Olañeta y José de La Serna; 1818 Olañeta y José María Valdés; 1819 Olañeta y
José Cartenac; 1820 Juan Ramírez Orozco; 1821 Guillermo Maguiegui; 1821
Olañeta. Y en medio de semejante quilombo, el caudillo, el gobernador, el
Conductor veló por ese pueblo que alguien -con mucha razón- llamó "la
tierra en armas".
Claro, los mercantilistas y
monopolistas que manejaban Buenos Aires -ese lugar en el que dicen los turritos
que vive Dios- les importaba un carajo que Güemes defendiera la frontera, un
bledo que fuera el puntal para que San Martín pasara de Chile a Perú. Querían
liberar tropa para reprimir a los caudillos y sobre todo, para hacer bosta a
los orientales de Artigas (otro grande).
Las oligarquías saben elegir bien
a sus enemigos, los huelen como los animales hambrientos que son y van por
ellos, porque detrás de ellos está la torta y la gente. Había que liquidar a Güemes...
Mire lo que Güemes decía de esta
gentuza con galera y levita:
"Vosotros sois mucho más
criminales que los enemigos declarados, como verdugos dispuestos a servir al
vencedor en esta lid. Sois unos fiscales encarpados y unos zorros pérfidos en
quienes se ve extinguida la caridad, la religión, el honor y la luz de la
justicia. El estiércol de vuestros intereses, que adora vuestra codicia y
avaricia, y mezquináis para auxiliar a vuestros virtuosos y pobres hermanos que
caminan a la batalla, al peligro de perder el mejor y más inestimable caudal de
su existencia, no sea pues, que llegue a servir para apagar la hipócrita sed de
los tiranos.
Llenaos de rubor y temed el justo enojo de vuestros compatriotas a
quienes abandonáis en el caso urgente de necesitaros."
O sea algo así como que cuando
los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento... Digo.
Güemes no se rindió, no se
vendió, no transó. Y mire que lo tentaron, aún después de tenerlo caído, herido
de muerte y en una agonía de diez días. Güemes se hizo jurar por los Infernales
que, ni bien hubiera expirado, saldrían a recuperar Salta y seguir la guerra
contra los enemigos de la Patria. Y eso hicieron, por eso todavía tenemos
Patria.
Gracias general Martín Miguel de Güemes,
nuestro general, nuestro caudillo.
Sepa que aún le debemos la
segunda independencia. Y vamos a cumplir.
*Datos consultados de
"La tierra en armas. Los infernales de Martín Miguel de Güemes", en Pigna
Felipe: LOS MITOS DE LA HISTORIA ARGENTINA 2.
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