¿Cómo fue que llegamos a esta foto? Llegaron ellos, por
supuesto, pero el movimiento obrero organizado es un concepto que nos incumbe y
abarca y por eso entonces la pregunta viene formulada de esta manera.
Acá están los tres protagonistas estelares de la nueva
coalición sindicalopositora. Está el Momo Venegas, mandamás de los peones de
campo y de Necochea, corresponsable y titular del gremio que más gente en negro
registra (o no registra en ningún lado), observador incansable de esas “costumbres
del campo” –que en la ciudad no se entienden- como se justificaba Etchevehere para
describir relaciones cuasi feudales y reducciones a la esclavitud como las que
vino a terminar el Coronel Perón. Está Moyano, el despechado, que tuvo una
participación digna y destacada en la dura prueba que el peronismo tuvo con el
Menem style (y que pocos pudieron sortear como él), que fue puntal del primer
kirchnerismo con Néstor vivo y aún en el principio de Cristina, pero que renegó
como si alguien le hubiera quitado algo a lo que se creía acreedor. Y está
Barrionuevo, un excremento de la peor derecha peronista a la usanza 3 a pero en
minúscula, un ratero de la clase obrera.
Faltan actores… Falta la tía Micheli agitando desvergonzadamente
la figura de Abdala y vociferando por izquierda, cuando se viene sentando por derecha con
cuanto (oli)garca venga adosado al servicio de buffet. Falta el PO, Pitrola con
cara de amargo obrero y Altamira con su lucidez teórica y su delirio práctico.
Falta el PTS, el MST, el PTP, el STP, el LTA y cuantas combinaciones puedan
soportar media docena de letras. Es decir, la pata circense de piquete y corte
conpocagente. Actores secundarios si, actores necesarios también.
Esa es la foto ampliada. Pero la idea de este comentario es
ir un poquito más allá del paro y de la bronca que te da que justo a un
Gobierno como éste, y cómo son funcionales a… y todo eso que los compañeros
dicen hasta el cansancio (o hasta que se entienda). ¿Qué pasa con el movimiento
obrero?, cosas así de importantes como para salir un poco del día a día.
Porque del otro lado están unos que… bueno, que estén
bancando no quiere decir que uno se coma el paquete de galletitas con gusto.
Uno piensa en el gitano Cavalieri (ese que en épocas del Turco te recibía
sonriendo a la entrada de Parque Norte), en el constructor Martínez del que uno
duda y malicia 601 veces. Por mencionar solamente dos. Esos son los “nuestros”.
Parafraseando a un viejo filósofo: los hay de la CGT
Azopardo, de la oficial, de la CTA, pero burócratas, burócratas son todos.
Dicho en general y haciendo la salvedad del panorama que se observa por arriba.
Por supuesto hay excepciones y también reglas, el movimiento obrero es mucho
más que dirigentes circunstanciales aunque la circunstancia dure décadas.
Una compañera me decía: “paros eran los de Ubaldini, no esto”.
Cierto, la CGT de Ubaldini rebelde, incorrecta, más humilde y más de abajo,
sobre todo en su gloriosa etapa de lucha contra la Dictadura (y su digna lucha
contra el plan de ajuste alfonsinista también). Ese si que congregaba
multitudes y no se te atoraba el chori en la plaza. Otros tiempos, formativos
para muchos de nosotros (que estamos comenzando a estar maduros, por ser fino).
Después de aquello vino el menemismo y la dirigencia (no
todos, no todo el tiempo) se hizo bosta, pero bosta bosta. El sindicalismo
cambió y se acomodó (un viejo tema de la ortodoxia), y muchos se hicieron
patrones de empresas tercerizadas, aprovecharon los negocios que surgían con
las privatizaciones. Se mudaban, cambiaban. Como Pedraza. Esa época hace que
uno mire con cierta ternura hasta a un jodido como Vandor.
El país cambió para siempre y para mal, tanto que aún no
podemos recuperarnos. El aire envenenado invadió todo y sobre todo se quedó en
la cabeza. Hasta que explotó y saltaron por el aire desocupados acumulados,
derechos abandonados, riqueza que ya no iba a ser, y todo eso. Aún así, los que
estuvieron sindicalizados tuvieron alguna tabla de la que agarrarse, aún con
esos dirigentes (que suelen ser mejores que los patrones).
La organización sindical parece resistirlo todo, aún las
estructuras sindicales, aún la burocracia, aún la traición. Es que el
movimiento obrero es la gente y la organización, lo demás es menos importante
(y si esto lo entendieran todos los laburantes, estaríamos ya fondeando en la
bahía del Paraíso).
Nos debemos la cuestión sindical, eso es lo que dice la
foto. Pero eso es sólo cosa de laburantes, de laburantes sindicalizados.
Hablemos entonces de la fuerza del trabajo. No me vengan con
el impuesto “al trabajo” y el berreo de la cúspide de esa fuerza laboral. Y decir también que
si esos representan un 10% de los trabajadores en blanco, quiere decir que el
otro 90% cobra menos de quince lucas… El tema principal, me parece, es ese
conglomerado enorme (dicen un 40%, o aunque fuera un 30 igual es mucho) de
trabajadores “en negro” o fuera de las leyes laborales, de convenio, de todo.
Una masa para la que todo es posible, desde convenientes salarios pactados a la
baja y en blanco más un plus de otro plus y dieciocho mil ítems (que no irán a
la jubilación), hasta pagas por debajo del salario mínimo (o unos centímetros
arriba, estamos en la misma). Ese es un tema para andar protestando.
No tenemos unificada legalmente a la masa laboral. Es lógico
que tampoco la tengamos organizada. Esta es la deuda y no es para cobrársela a
este Gobierno, cuyo pecado principal parece ser haber recreado el mundo y la
cultura del trabajo en la Argentina, como dignos hijos que Néstor Kirchner y
Cristina Fernández son de Juan Perón y Eva Duarte de Perón.
Los dirigentes, estos dirigentes “sabios y prudentes”, “han
sabido mantener incólumes las organizaciones sindicales” como dijo Perón un día
que estaba muy cabrero, es cierto. Ahí están los sindicatos, las clínicas (en
dispares estados y funcionamiento), los hoteles, los clubes, las prestaciones
de todo tipo. Ahí está la tradición de un movimiento obrero que es ejemplo en
toda América y uno de los más importantes del mundo.
Pero sabemos que algo no anda bien en nuestras
organizaciones, y ese algo da como resultado (o como advertencia) esta foto. No
puede haber cinco centrales obreras, ni dirigentes que vayan del oficialismo (de un gobierno peronista) a
la oposición como si se tratara de un paseo de compras.
Llegado a este punto uno plantearía la “democratización” de
los sindicatos. A mi no con eso, por favor. Ese fue el tema preferido de los
que de afuera de los sindicatos nos daban sermones y consejos. Los radicales
por ejemplo. Ni tampoco de transformar las organizaciones sindicales en ateneos
de lucha por la revolución socialista… Y esta es mi opinión, uno acá viene y
opina (o de quien es el bló). Cómo una organización sindical es más o menos
democrática lo deciden los que forman parte de ella; el Estado y los patrones
aparte. Las oenegés también (vayan a salvar ballenas, que los trabajadores
queremos arreglarnos entre nosotros).
Una sola central, un sindicato por rama. También independencia,
teniendo muy en cuenta de que el movimiento obrero y la mayoría de los
laburantes todavía y por suerte, somos peronistas.
Hay mucho por hacer, aparte de quejarnos por la foto.
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