Nada. Es un decir, porque ocurrieron cosas… pero nada que el corrupto
vice -vapuleado a más no poder desde el mismo día de la jura del 2011- no
pudiera pilotear con su particular estilo “optimismo siempre” (compitiendo con
Daniel*, que se puso serio ahora).
* Daniel es Scioli, esta es una manera de rebobinar y
aceptar que puede ser nuestro candidato en un par de años (o no, pero…) y
también para confirmar que no tenemos ideología, como piensan muchos gorilas a
la izquierda.
Pasaron las PASO por ejemplo, augurando una derrota de
proporciones que fue superada en las legislativas posteriores al recuperarse
más de un millón de votos y mantener el manejo de ambas cámaras (el manejo democrático,
ese en el que pesa el número de las mayorías o primeras minorías como es el caso
del Frente para la Victoria y sus aliados). Pasó la derrota que fue importante
en la provincia de BA, dura en la Capital ya que perdimos al senador, derrota
esperada y no por ello menos real en Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Así y todo, el
partido de gobierno ratificó el predominio electoral nacional, tras diez años
de ejercicio continuado (todo un dato en la República Argentina).
Pasó también más quilombo con los trenes, y la estatización
del Sarmiento. Que Randazzo tomó la decisión solito, que no la consultó, que se
pasó por el forro al vice, y toda una sarta de boludeces que llenaron
comentarios de los “que saben” (leer y escribir, porque de analizar nada). El
pobre Randazzo la rema y la rema en un mar de dulce de leche, y al menos augura
que de la década perdida en ferrocarriles, vamos ganando año y pico (y que hay
que seguir pegándole porque asoma como posible candidato a algo, siempre).
Va pasando el dólar y las maquinaciones para que se devalúe
el peso, para que todos nos convenzamos de que los intereses de los exportadores
son los intereses de todos.
Y las especulaciones sobre el futuro, el inmediato y el otro.
Todo mezclado con la salud de la Presidenta, y ahí anduvo la carrera de ver
quién sabe más y la competencia de boludeces. Que tiene afectada el habla, que
el ACV, que no se sabe si vuelve, o cuándo vuelve. Son demasiados pelotudos
para un solo país.
El futuro. Los candidatos. Lo que va a hacer Mazza. Lo que
va a hacer Macri (el primer interesado en saberlo es el mismísimo Mauricio). La
oposición triunfante y con cinco bancas menos en diputados. El fin de la resaca
(que también es peronista, digo la fiesta, la resaca, y la lucidez posterior).
Y en el medio estos dos años que quedan increíblemente hasta el ‘15.
Batacazo del PO, me olvidaba. Tampoco tanto, pero algo y no
tan poco. ¿Cómo será que te corran por izquierda? Porque por derecha estamos
reacostumbrados. Habrá que probar, por ahí hasta los troskos se vuelven
responsables (qué comentario burgués ¿no?).
Pasó el Cacerolazo, que memoraba al que salió bien. Ahí
estaban como comunistas en la base Marambio, agitando bandera, mirándose y
desconfiándose, putéandose por las “redes” (el “yo os hará pescadores de
hombres” trocado en un incómodo “yo os haré pescados”). Blandiendo el odio como
los últimos Templarios acosados no ya por los sarracenos, sino por las
acusaciones de sodomía.
Y los cambios de gabinete. Sacamos a Abal Medina, ponemos a
Urribarri o a Domínguez o a Capitanich o a otro, ponemos-sacamos-damos vueltas
y al final decimos que todo lo decide Cristina y que no sabemos un pomo.
Decimos la verdad, como si fuera otra especulación.
Todos te hacen la agenda. Todos saben lo que pasa y sobre
todo lo que va a pasar. Y la tormenta que se viene, que amenaza
permanentemente. Y uno dice, que ya sé, no hay que ser ingenuo y negar todo -jamás
llueve en Disneylandia- y que hay problemas que solucionar y que hay cuestiones
que no habría que patear para adelante. Que hay baches en diez años y cosas que
no se movieron. Y que hay gente que sigue figurando como pendiente. Si.
La cuestión es que en estos cuarenta días la mayoría siguió
laburando y cobrando el sueldo. Algunos le ganaron a la inflación, otros más o
menos y otros no (pero por poco). Las cosas aumentaron, pero no se
descontrolaron (como era costumbre). Los pibes siguieron usando las net en
cualquier lado, en cualquier pueblo de cualquier provincia. Las minas siguieron
cobrando la Asignación, cargando con los hijos (no teniéndolos para cobrar,
forro hijo de puta), llevándolos al cole y dándoles las vacunas. Los hospitales
públicos siguieron siendo públicos. El Estado siguió como si nada –y eso que
pasaban cosas- porque la máquina anda. Y esa es la novedad argentina, que la
máquina anda.
No era normal. Una vez un fulano nos prometió un país normal,
y cumplió. Porque en un país tan poco serio como el nuestro (y eso que se
parece a Europa, dicen), lo peor es que nadie empezaba, o si, pero no se seguía,
todo quedaba como el Warnes. Era un constante ’55 con Libertadoras y
libertadores de prestado.
Mientras, Cristina es la presidenta, Boudou es vice y la
vida pasa. Como todos los días. Y si se quiere, también podríamos debatir. Pero
de verdad, aunque cueste mucho en el país de las certezas y los que lo saben
todo.
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