Hay un hecho que me parece irrefutable: Elisa Carrió es auténticamente representativa de una amplia franja de argentinos (acostumbren votarla o no). La expresión siempre crispada (no encuentro otra palabra), el tono admonitorio, la certeza en el juicio y sobre todo en el pre-juicio, la indignación apenas contenida, la convicción de la verdad, lo accesorio que puede parecer el soporte argumentativo -no hablemos ya de elementos probatorios- a las denuncias de cualquier tipo.
El cualquiercosismo reemplaza al debate político. Sarmiento -ni santo, ni de mi devoción- pensaba en prósperos sectores medios rurales que pagaban sus impuestos, accedían a los bienes culturales, debatían políticamente -como corresponde a todo ciudadano conciente de sus responsabilidades- y eran ávidos lectores de periódicos. La persistente vigencia de la oligarquía arruinó sus sueños y su idea de república.
Como a Carrió, a muchos argentinos -"biennacidos"- les parece de sentido común todo lo que opinan, sobre cualquier tema. Cualquier argumentación en contra, o que relativice sus juicios, forma parte de una conspiración oscura, secreta, sólo visible a los iniciados. Es imposible sugerir la duda, producir algo cercano a la comunicación con fulanos como esos, todo remitirá a lo mismo: la conspiración, de la cual uno mismo se transforma en eslabón necesario, sospechoso de complicidad conciente (y si me dan un minuto, absolutamente culpable). Además es inapelable, ya que todo lo que puede decirse para defender otro punto de vista no hace más que alimentar la sospecha (o la certeza). Es como un fascismo no asumido.
Tal vez sean estas características las que llevan al tema que los embandera y distingue: la corrupción, o mejor dicho, la anti-corrupción. Parece ser que existió un pasado intocado que fue corrompiéndose; hay un destino argentino robado, usurpado. Los nostálgicos de la "era dorada" ven todo como una pérdida continua y catastrófica del país ideal (parecen estar seguros de su existencia, pero en realidad no les importa, basta que les calme la ansiedad).
Sin embargo, el tema es la "corrupción" como sustantivo, con entidad propia, casi queda opacado el objeto de la corrupción (y tiene sus motivaciones este orden y estos olvidos). La "corrupción" impugna a la política y a los políticos en su totalidad, conceptualmente. De eso se trata. Hay palabras que se pretenden universales y se posicionan por encima de los contenidos ideológicos. "Corrupción" es una, "violencia" es otra. Desidiologizarlas y descontextualizarlas es no sólo una postura ideològica, sino un ardid ideológico que busca un efecto. Y el que busca encuentra, tampoco cabe duda.
Hay -como en todo- al menos dos versiones de este fenómeno. Es que detrás de una Lilita suele haber un Pino. No son iguales, es mas, en algunas cuestiones se podría decir que son antagónicos (al menos contrarios). Sin embargo, este tipo de progresistas (o centroizquierdistas, porque progresistas hay de derecha tambièn) suelen estar indignados, y còmo. La megaminerìa, el avasallamiento del medio ambiente, las relaciones clientelares, finalmente la corrupción (todos temas importantes, que después de un rato quedan asimilados a charlas en una peluquería pituca). Puntos de contacto hay, pero sobre todo lo emocional, la desaforada forma de enojarse y personalizar el pecado. En realidad buscan pecadores, el pecado siempre queda impune. Por "izquierda" también surge el costado megalómano que da pie a intrincadas teorías conspirativas.
Bien. Insisto: lo dicho no implica que los temas denunciados, personajes, tramas, y demás sean un invento. No todo, si parte. Se trata de temas serios que no solo deben ser debatidos en serio, sino admitiendo y buscando los contenidos ideológicos, políticos, económicos, sociales que tienen que ver con la vida real de gente real de un país real. Lo que no coincide con nuestras fantasías (me incluyo), no debe ofendernos; es parte del desarrollo de la personalidad la aceptación de la frustración.
Por derecha se encubre que lo que realmente molesta es la lucha por la igualdad; por izquierda imagino que la resultante es un ataque de impotencia o irritación por un imaginario "robo de banderas". De todas maneras no se puede ser tajante, lo se.
Y me parece que a esta altura anda merodeando otro gran tema, hablando de los prejuicios, son los que derivan de una concepción concreta de lo que es la "república" (otra gran palabra).
Así como el imaginario de amplios sectores "medios" (y altos por supuesto, sin suponer ni por un minuto que algunos "bajos" también) sobre el mito del país rural se sintiò agredido por la resolución 125 en el 2008, esos mismos fulanos (no todos, gran parte, culturalmente muchos) se sienten "defensores" de la República (y la piensan en mayúscula). ¿Y de qué se trata esta República? Bueno, división de poderes, respeto a la opinión las minorías (sobre todo la opinión individual), garantías a la libertad de prensa. Creo que fundamentalmente es eso. Sienten que estas cuestiones están siendo seriamente vulneradas. Los que corren por izquierda (centroizquierda, no estoy metiendo a la izquierda trotskista en esto, son un poco mas inteligentes o al menos tienen mas lectura encima), piensan que siempre estuvieron vulneradas, no solamente ahora (y que siempre lo estarán). Nadie habla de la defensa irrestricta del derecho a la propiedad privada -y consiguientemente los derechos de la propiedad privada, sin límites de ningún tipo- como elemento formativo de la idea republicana… Ellos sabrán (sólo algunos, a la mayoría ni se le ocurre).
La República es atemporal, incuestionable, sacrosanta. Con la República no (como si se tratara de un niño a punto de ser violado). La República nos sacó del estado de barbarie. Y es por allí que podemos encarrilar el tema…
Barbarie, eso es perder la república. Esta gente vive perdiéndola, desde la irrupción social y política de los sectores populares (temen muchísimo su "irrupción económica"). El peronismo es para esto la clásica bestia negra (en más de un sentido), pero también -aunque con una convicción bipolar- el yrigoyenismo. Porque la República es patrimonio de la Generación del 80, pivote en el que se referenció hasta el cansancio la última dictadura (tan militar y tan cívica).
La "república" fue un proyecto de país que aplastó a otros proyectos de país. Fue el que ganó, a sangre y fuego. Sus enemigos partieron al exilio, murieron o se amoldaron. La victoria fue absoluta, completa y asimilante al punto de la aculturación. El problema del revisionismo histórico es que -al menos antes, espero que no ahora- en su posición esencialmente binaria, uno de los términos (pueblo) permanecía intocado y eso, lamentablemente, no es así. La cultura del vencedor "corrompe" todo el universo del vencido, escapar de eso es horrorosamente difícil.
La expresión normativa de esa República es la Constitución. Decía una "vecina" recientemente a la cámara que le ponían en una manifestación ciudadana -vulgarmente conocida como "cacerolazo"- que la Constitución es como la Biblia, lo que se espera de los políticos es que la cumplen y no la maltraten. La biblia (ahora si con minúscula) es un libro primordial del pueblo hebreo que la tradición cristiana elevó a dogma de fe (y no cualquier biblia, para los católicos fue la Vulgata). Se pretende algo similar con la Constitución… la "verdadera" es la de 1853 (parece provenir de una época genial en donde se legisló sobre lo fundamental). Se fue reformando, nadie ignora (creo) que eso está previsto en el mismo texto de la Constitución, pero todo remite a la original. Demás está decir que la reforma de 1949 no figura ni a place (es una aberración , por motivos formales muy parecidos a los que se invocan para impugnar hoy mayorías parlamentarias). Si se enteraran que los yanquis se la pasan votando modificaciones a su carta magna en cada elección, se enferman (pero no hay ningún peligro de que se enteren).
Palabras fetichizadas, objetos de culto. Así viven la democracia y el ser ciudadano, de a uno parafraseando esas barbaridades como que "la sociedad es la sumatoria de todos los individuos", o "el cambio empieza en uno y va sumando así, de a uno". Lo colectivo se les escapa, a algunos en la implementación (jamás participarían en nada que no los reconociera únicamente como ciudadano-individuo), otros en la concepción apriorística de las cosas (no actúan como parte de un colectivo, no lo sienten en la vida cotidiana).
Entonces decir por ejemplo que "nadie se realiza en una sociedad que no se realiza", no les dice nada, absolutamente nada. Porque muchos piensan que no tiene nada que ver una cosa con la otra, y la realidad les muestra que muchos se han podido "realizar" (ven la realización económica como valor) aún en "malas épocas".
En nuestra "corta" historia como "país independiente" contamos con otras alternativas de organización social, previas a la tan mentada "república". En esta nota me propongo reivindicar y poner en valor la idea de la Confederación (cada uno es libre de elegir la manera de volcar, esta es la mía).
Confederación hace referencia a pacto (la república también es un pacto, anque desigual), en nuestro caso de entidades preexistentes: las provincias. Es cierto, en un momento (y después en varios más) las provincias -esas antiguas fundaciones hispanas- acordaron coaligarse porque se reconocían con una historia en común, y distintas de formaciones vecinas. No estuvo claro desde el comienzo, sería bueno repasar las intersecciones con Paraguay y Uruguay por decir un algo. La idea confederal les permitía conservar su soberanía, delegando sólo las relaciones exteriores y los asuntos económicos del conjunto. Ni siquiera se les prohibía tener sus propias fuerzas armadas, cosa que atenta absolutamente con la concepción weberiana de Estado.
Hubo aquí varias formas de concebir la Confederación. Alguno matizará, pero la propuesta artiguista me parece la primera. La de los federales más puros es otra, uno piensa en Dorrego. La pesada y más desarrollada es la rosista, con sus más y sus menos. En algunas estaba prevista la integración de los indígenas (con mayor o menor respeto por sus culturas). Estamos hablando de casi sesenta años de historia argentina, no es poco en un país que acaba de celebrar su bicentenario.
Entonces y abreviando (que ya se dijo demasiado): la república es una concepción liberal (en el más o menos y en el peor de los sentidos), nació de un genocidio cometido contra la población indígena (no me jodan con "pueblos originarios", esos serían los primeros sapiens-sapiens) y las capas populares de la ciudad y la campaña, contra los negros, contra los mulatos y mestizos. La república está hecha de bosta de vaca y carne enfriada/congelada en barcos ingleses para Inglaterra; de leguas y leguas de tierra ajena y cercada; de "rangers" y guardias armadas para vigilantear a los laburantes como en la Forestal. La república es una hijaputéz para hijos de puta.
La democracia es lo que los sectores populares lograron hacer con esa república. Empecemos a hablar de eso. Carajo.
muy bueno, che, me gusta aprender o re-aprender esos conceptos que, sin tiempo, sin idea de construcción, abstractos, sin historia al fin, la derecha usa para aplastarme. gracias
ResponderEliminarGuille