Rosiris Reyes,
peluquera, evangelista, chavista, es la octava víctima. Ella y José Luis Ponce
son los dos mártires que da la urbanización La Limonera a la revolución
bolivariana. Se suman a otros seis. La revolución no los pidió. Hay que saber
sus nombres, repetirlos. La
Limonera queda en un municipio pobre del estado de Miranda,
ese mismo en el que ganó por escasísimo margen el candidato opositor a la
presidencia.
Ambos murieron
defendiendo un Centro de Diagnóstico Integral.
Tras la derrota
electoral, bandas de derecha se lanzaron al ataque furioso contra estos
Centros, contra los médicos cubanos en misión solidaria, contra los partidarios
de Chávez.
Perdieron las
elecciones que les aseguraban ganada. El fraude no salió, porque eran ellos los
del fraude informático. Era el momento de dar el zarpazo en una Venezuela sin
Chávez. En esa Venezuela que está partida.
La derecha es
asesina, en Venezuela, en Bolivia, en cada uno de nuestros países. Tras cada
planteo “liberal” hay un fascista con el arma solapada. Es la historia de
nuestra América colonizada, poblada de héroes sin nombre y malinches desvergonzadas.
Capriles es un
asesino. Sus dichos, sus provocaciones. Su cobardía tan victoriana, sus ojos de
odio bajo una maraña de palabras altisonantes. Conocemos a los Capriles. Tienen
mil nombres.
Cuidado, no
estamos a salvo. Cuidado, son de cuidado. Acá también.
La derecha
defiende la libertad para ocultar las cadenas.
Cuántas vidas
cuesta cada paso p’alante, demasiadas, una sería el colmo. Pero pasa y pasará. Tristeza.
Confianza.
Algo tenemos
algunos y es la confianza en el pueblo. Por más errores, desprolijidades, esas
cosas que se nos achaca (acá, allá, en todos lados), el camino es el correcto y
miramos el camino y adónde vamos. No nos paramos a mirar los zapatos de los
caminantes. Allá los puntillosos de las formas, los criticones compulsivos para
que nada cambie… esos que quisieran seguir protestando toda la vida, un modo de
vida.
Todos tenemos
opiniones, y nadie le da permiso al otro para expresarlas. Pero el límite es la
vida. Ahí no hay tranza. Los asesinos son asesinos y matan por odio al pueblo.
Uno no olvidará nunca lo que siempre supo.
Venceremos.
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