martes, 29 de diciembre de 2015

LOS ESTUPIDOS



A nadie le gusta que lo consideren un estúpido. Imagino que debe ser irritante que venga un fulano (uno, por ejemplo) y le demuestre con argumentos y datos que lo que piensa es una verdadera pelotudez. Si, si, que lo engañaron como a un chico; que se creyó todo, pero todo todo. Y que el fulano que lo mortifica con su prédica, se lo había dicho una y otra vez. En fin, es la vida… 

Ahora bien. ¿A quién le importa ganar una discusión, si el tipo este va a votar como votó? A mí, desde ya que no. Porque estos individuos se arremolinan en su convicción, se atercan más y más y finalmente, se les forma una masa dura en la sesera como para no escucharnos más. Y no nos escuchan, aparte de no creernos. 

Claro que estoy hablando de esa gente que podría habernos votado y ya no (que tal vez nos votó en el 2011). A los enojados, a los escuchadores de relatos hegemónicos, a los repetidores de noticias no chequeadas, a los viajadores del globo mediático sin confirmación. A los que responderían “lo dijeron en la tele; lo leí en el diario”, agregando sin decirlo “entonces seguro que es verdad”. Importa muy poco que hayan escuchado que las imágenes se trucan, que las noticias pueden ser mentiras, importa un bledo eso llamado “mirada crítica” o también eso llamado “inteligencia”, que consiste en someter razonamientos a leyes de lógica formal mínimamente, leer varias versiones de la cosa y entender que hay tantos puntos de vista como intereses a defender… y que uno, uno debe tener opinión fundada en el conocimiento y el análisis, templados ambos en el debate. Eso que hace doler la cabeza o incita al bostezo al principio, tiene que ver con evolucionar y ser un ser más pensante que antes de iniciar el proceso.

No estoy hablando, entonces, de aquel/aquellos que tenían una posición “anti” desde el vamos. Radicales que asumieron el gorilismo desde temprano, guardan un considerable resentimiento, y festejan la caída de cualquier peronismo y si es por las urnas, mejor. O el anti política y pronegocio, el garca, el que se salva solo pisando las cabezas de los giles que no son tan vivos como él. 

No hablo del militante de derecha, ni tampoco de los buenos y buenas señoras de convencida derecha. Estoy hablando del gran resto.

De esos, a algunos no les llegamos nunca y por alguna razón nos tuvieron tirria desde siempre. Las cosas no hicieron más que corroborar que estaban en lo cierto. Para ellos, tal vez el tema de la corrupción sea el más importante. Uno no va a entender nunca (y es una lástima, porque hace falta entender) cómo es posible que mucha gente considere que los gobiernos kirchneristas han sido más corruptos que el menemismo… ¿Cómo hacen para minimizar el descomunal negocio de la deuda, de la venta del patrimonio estatal? No sé, pero a muchos los convencieron. ¿Es que Lanata, Magneto y Durán Barba son tan geniales? ¿Será que nosotros somos tan pelotudos? La realidad no suele ser tan binaria…

Solemos apelar al raciocinio, a la comprensión; queremos explicar como lo hacía la Señora en las Cadenas (las que nosotros aplaudíamos y muchos no soportaban). Es lógico, somos gente que necesita entender para ir a la acción. Y me paro acá para matizar un poco el párrafo. ¿Habemus cabeza de termo que lo subís a un micro con una banderita? Seguro que sí. Y me consta que no son mayoría ni mucho menos en cualesquiera de nuestras movilizaciones. Recuerdo los famosos primeros de marzo cuando la gente bajo el solazo cruel en la Plaza de los dos Congresos, se quedaba como lagartijas escuchando a Cristina. Eso no lo logra un billete ni un chori, se trata de algo más. También tenemos compañeros blanquinegros, a todo o nada, es esto o lo contrario, gente maniqueísta y con una simpleza de pensamiento abrumador. ¿La ventaja? Están de este lado, no encuentro otra.

Esta gente de la que venimos hablando tiene otra forma de percibir las cosas. Parece ser que necesitan certezas y no argumentos. Ver y no tocar, creer en lo que de alguna manera ya creían. Y allí está el problema… creo que ratifican en nuestro discurso y nuestra actitud las cosas que les hacían sospechar desde el pesado toldo mediático. Nosotros éramos los malos de entrada, sólo había que comprobarlo una y otra vez.

Recibían aumentos de salario, subsidios, servicios, un sinnúmero de cosas que irán(iremos) perdiendo. Pero seguramente era nada al lado de la que se llevaba el Gobierno, y el kirchnerismo en general. No hay con qué darles, no les entra un argumento.

Encima repiten cosas que son tentadoras. Un coso va y te dice “en este Gobierno hay toda gente nueva”. Cómo le decís lo de Prat Gay, por nombrar uno. Cada uno tiene antecedentes y estuvo en la función pública no una sino muchas veces, pero ellos no se acuerdan o nunca lo supieron. Y si se los recordas (la figura es esa, no es que uno piense que no tenían ni idea), ahí se te ofenden, como que los tratás de salames. Bueno. 

Es una cuestión imposible, reitero la idea porque es pertinaz, sacarles de la cabeza el tema de la corrupción. Lo traigo de nuevo porque me parece que hay que hilar un poco más fino. En el caso de los que piensan (convencidamente) que "son todos chorros" los políticos, difícilmente se les ocurra que pueden serlo también empresarios, sacerdotes, titulares de oenegés, a menos que el nihilismo anarco sin utopía que subyace en ellos supere esos límites de urbanidad burguesa. Además, está la cuestión del Estado. Hay prejuicios muy difundidos y muy burgueses (históricamente burgueses) de cuando se planteó la sociedad civil como distinta y contraria al Estado (monárquico, aristocrático); ese Estado condicionaba el desarrollo del mercado con trabas impositivas, aduaneras, con tasas de todo tipo. Un verdadero esquilmador del esfuerzo ajeno. Y si bien alguna vez y en Europa esta postal pudo ser veraz, no lo ha sido tan así por estas tierras. Hay una larga precedencia de concepciones subconscientes que remedan percepciones de otras épocas y sociedades. La desconfianza hacia el Estado (y sus administradores, los políticos) sin duda encuentra base en las múltiples trastadas que se han hecho en la Argentina. Es cierto, salvo que ocurrió en períodos en los que justamente no gobernaban ni Néstor ni Cristina Kirchner. Al contrario, el Estado de estos últimos años políticos practicó la inclusión social y duplicó el número de los sectores medios. Cosas que tienen que ver con el trabajo, los derechos, el mercado interno y el consumo.

En el medio se cometieron errores, pero no fueron por los que se trata de justificar un voto a Cambiemos. Pero no se gaste, es inútil. Cada argumento que usté intente desarrollar será interrumpido con un airado "entonces yo soy un estúpido, es lo que me querés decir". Sería mejor a veces decirles que sí, que es lo que uno piensa. Y sabemos también que así no llegamos a nada.

Por un tiempo habrá que moderar el discurso. Quiero decir, no llevarlos por delante todo el tiempo. Dejar que saquen las conclusiones que deban sacar, sin correrse de su lado como un copiloto molesto y no elegido. Decir alguna cosa, callar muchas. Tampoco pintar un panorama aterrador, aunque usté piense que es precisamente lo que va a ocurrir. Mire, si no ocurre inmediatamente, al día siguiente a ser vaticinado, le dirán que usté es un alarmista o que sangra por la herida. Y se generará una nueva discusión en la que indefectiblemente el tipo se sentida tratado como un estúpido. Yo no le digo que se calle, mucho menos que no salgamos a defender lo que hay que defender. Pero todo en su medida y armoniosamente. 

El camino con esta parte del pueblo (porque de eso se trata y ya le dije antes qué parte) va a ser arduo y cuesta arriba. Demandará de una paciencia oriental y una templanza de santos... Si, lo entiendo, usté los mandaría a la concha de la lora. Y bueno, a veces no está mal ser absolutamente sincero. Humaniza, siempre y cuando se pueda volver. La tarea militante no es solamente cuando nos juntamos en alguna plaza, cuando organizamos cosas y movidas, es también este fulano a fulano que tanto nos irrita a veces y  desmoraliza cuando las cosas salen como salen. 

Sabemos que muchos de estos tipos van a darse cuenta, tarde, pero darse cuenta de que tal vez no estuvieron tan bien votando como lo hicieron. Algunos en un colmo de honestidad lo reconocerán, otros dirán que no lo votaron, otros más le echarán la culpa a cualquiera con tal de no confrontarse con ellos mismos.

La gente es así. También es como uno, como nosotros, pero resulta que llegamos nomás al 49, entonces... Por un tiempo, la culpa de todo la tendrá el Gobierno anterior; la victoria de Cambiemos será la prueba de verdad de cuanta barbaridad se haya propalado contra el kirchnerismo. Y a medida que la cosas vaya poniéndose complicada, es posible también que suba la porfía. Porque a nadie le gusta que lo consideren un estúpido. Y mucho menos, saber que se ha sido un estúpido.

Entonces, cuente hasta donde le den los números, un poco más de paciencia y vuelva a intentarlo, a repetir todo más calmo y sin pretender ganarle. Haga sus críticas generales, plantee las dudas que tuvo en cada momento (si hay confianza), hágalo mínimamente porque tampoco es cuestión de dar pasto a las fieras. Humanícese, que lo vean con el fulano que es y no uno con una pechera. Comprenda y sea duro también, porque siempre es importante ver a alguien con ideas claras. Diga si se equivocó, no le escape al asunto. Y haga todo esto cuando lo pueda soportar, pero fíjese que si le dura demasiado, será difícil hablar con esta gente cabezona. 

Piénselo... no son traidores a la Patria, tal vez sean medio estúpidos.



lunes, 21 de diciembre de 2015

OPOSITORES

Llevo de oficialista poco más de los últimos doce años. El poco más vendrían a ser los tres meses de Cámpora, el difícil año de un Perón monumental que hacia el final volvió a reinventarse y pasó de nuestra historia a la Historia. En fin, en esa época aún no votaba.

Pueden pasar como oficialismo también otros tres meses de Ménem hasta la irrupción de los grandes empresarios y la cachetada de los Alsogaray boys&girls. Y en tren de contar miserias, unos seis meses de Alianza por qué no, hasta el leve e inconsecuente portazo del Chacho. Acá está todo a la vista, señores, pasen y vean.

El gran resto de la vida política de uno (imagino que de unos cuantos) ha transcurrido en la oposición. Clandestina a veces, abierta, silenciada de muchas maneras, pero oposición. No sería de extrañar que ahora uno vuelva a ser eso, salvo que estos doce años pasaron y pesaron, cambiaron hábitos y costumbres, se articularon mucho más que un tiempo transcurrido. Parece más y parece también que oficialista uno hubiera sido siempre. Entonces, el llano desgarra aún más y gravita enormemente en el ánimo.

A no enloquecer. No del todo, por decir un algo. Somos opositores, allí nos puso el electorado que ganó. Claramente, hay un oficialismo con el cual no compartimos visión, historia, objetivos, métodos, imaginario ni proyección de futuro. Incómodamente, tenemos que compartir el país. No somos un “equipo”, las diferencias no se han borrado, importa poco que graciosos sin gracia y con culpas hablen de “la grieta” o pavadas por el estilo para encubrir toda una historia en la que proyectos de país se han enfrentado y confrontado permanentemente.

A ver, ¿qué tenemos? Un bloque de Senadores y de Diputados que se han expresado con absoluta claridad sobre el hecho de ser oposición. No poner palos en la rueda, no significa claudicar en la defensa de los principios y políticas concretas de estos años, dijeron palabra más palabra menos. Intendentes que con Ferraresi como portavoz han dejado el concepto bien en claro en presencia de la Gobernadora de Buenos Aires. Un ex candidato a Presidente que sostiene lo que pregonó en la campaña (y que fue lo que votaron algo más de doce millones de argentinos).

Un montón de gente se reconoce como oposición. Es un hecho de mayor magnitud -no de mayor importancia- que la de definir rápidamente cuáles vendrían a ser los límites y la Conducción de la oposición. Y aquí vuelven a aparecer los apresurados y sus gemelos, los retardatarios.

Unos pretenden imponer sin discusión alguna a Cristina como única conducción, otros prefieren ignorarla, y de ser posible, retirarla de la política. El tema tiene que ver, sin duda, con la confrontación entre “kirchnerismo” contra “pejotismo”. En primer término se podría decir que es una falsa opción, muy a gusto de los enemigos del movimiento nacional y popular. Un gran favor al poder real que usando la herramienta llamada “Cambiemos” se ha hecho también con el poder político.

En segundo lugar, separemos los términos y veamos. El “kirchnerismo” efectivamente es más grande que el peronismo. Trasciende sus fronteras y lo complementa, aún con fulanos que no son peronistas. Es claramente la construcción de un peronismo frentista (como lo era Perón) que ocurrió en esta época. El PJ ha podido ser el eje vertebrador y reaseguro final de una coalición versátil, heterogénea, movilizada y movilizadora, como nunca ocurrió en la historia argentina. El kirchnerismo ha demostrado ser algo más que la suma de sus agrupamientos políticos constituyentes, y de allí su dinamismo (algo que los peronistas practicamos desde adentro en una manera movimientista de vivir la política).

Ahora bien, “pejotismo” es una descalificación y como tal fue usada para hablar de esa maquinaria política que se había entregado al neoliberalismo. Es una terminología histórica y no debería ser utilizada indiscriminadamente y mucho menos como un sinónimo de Partido Justicialista. Ofende.  

Hay ejemplos a tener en cuenta. Podría hablar de situaciones provinciales donde el PJ tiene peso y es una realidad militante, pero no voy a meterme en cuestiones que no manejo aunque conozco. Parémonos entonces en La Matanza, el lugar desde el que comenzamos a volver según palabra de la Intendenta Verónica Magario. Ese PJ, con Espinoza al frente, tradicional y blabláblá, supo enhebrar una síntesis de todos estos años, hablando de peronismo. Así, el ex secretario de Salud bonaerense, Alejandro Collia, es secretario de Salud local; el ex diputado nacional y ex secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo Nacional, Roberto Feletti, quedó al frente de la secretaría de Economía y Hacienda; la ex ministra de Industria Nacional, Débora Giorgi, está a cargo de la secretaría de Producción; el jefe de gabinete es Alejandro “Topo” Rodríguez, ex ministro bonaerense de Asuntos Agrarios; la cartera de Educación quedó a cargo de la pedagoga y ex directora del Programa Conectar Igualdad, Silvina Gvirtz. Algunos nombres, múltiples procedencias representativas del peronismo y el kirchnerismo (peronista).

Ahora bien, “pejotismo” es una descalificación y como tal fue usada para hablar de esa maquinaria política que se había entregado al neoliberalismo. Es una terminología histórica y no debería ser utilizada indiscriminadamente y mucho menos como un sinónimo de Partido Justicialista. Ofende.

Hay ejemplos a tener en cuenta. Podría hablar de situaciones provinciales donde el PJ tiene peso y es una realidad militante, pero no voy a meterme en cuestiones que no manejo aunque conozco. Parémonos entonces en La Matanza, el lugar desde el que comenzamos a volver según palabra de la Intendenta Verónica Magario. Ese PJ, con Espinoza al frente, tradicional y blabláblá, supo enhebrar una síntesis de todos estos años, hablando de peronismo. Así, el ex secretario de Salud bonaerense, Alejandro Collia, es secretario de Salud local; el ex diputado nacional y ex secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo Nacional, Roberto Feletti, quedó al frente de la secretaría de Economía y Hacienda; la ex ministra de Industria Nacional, Débora Giorgi, está a cargo de la secretaría de Producción; el jefe de gabinete es Alejandro “Topo” Rodríguez, ex ministro bonaerense de Asuntos Agrarios; la cartera de Educación quedó a cargo de la pedagoga y ex directora del Programa Conectar Igualdad, Silvina Gvirtz. Algunos nombres, múltiples procedencias representativas del peronismo y el kirchnerismo (peronista).

Hay tiempos para plasmar una Conducción, lo que no quiere decir que no exista ninguna endemientras. Vamos viendo. Lo importante es estar atentos y con esa capacidad de movilización que se demostró desde el 9 de diciembre (en esa monumental despedida de Cristina) hasta aquí. Cada uno va cumpliendo su papel y bien. La destemplanza y la discusión ilimitada es una cagada, sin más, cosas aptas para insomnes y gente que no tiene una alegría muy a menudo…

Hay una gran responsabilidad frente a esos votantes que perdimos la elección. Hay que resistir… puede ser (aunque no me gusta el término, lo tengo reservado para algo que ocurrió tras el golpe de la Fusiladora). Hay que defender lo conquistado en estos años, ciertamente. Hay que impedir que hagan mierda el país, en todo lo que se pueda. Pero hay también que construir la alternativa para las parlamentarias de 2017 y pensar en las presidenciales de 2019. Hay gente que espera eso de todos nosotros porque han decidido ir con nosotros aún pegándose unos golpes en la refalada.

Viendo estas cosas, sin ir a la carrera y quedar solo punteando ni tomando tantas precauciones que se termine a salvo pero fuera de la pista, tenemos que ir construyendo en la práctica eso de que “a volver, vamos a volver”.

lunes, 14 de diciembre de 2015

A LOS OJOS



Llegamos a la plaza de siempre. Pudimos haber viajado en columna pero no, como muchos preferimos ir con nosotros mismos a cuestas. Muchos días amargos tras el 25 de octubre, mucha discusión, algún que otro mal gesto, cosas de cuando se ve claramente que se acerca un día. Ese día.

Pero ¿qué hacer? Qué hacer cuando la palabra “derrota” que está tan cargada de tragedia, no es trágica. Cuando “por poco” comprobamos y comprueban que el país si está partido casi al medio. Eso es una circunstancia, los números, pero lo partido tiene toda una historia, que es nuestra historia, la argentina. Y uno sabe por experiencia y porque se va aprendiendo que nunca quedan de un lado todos los buenos y del otro todos los malos, ni todos los leales contra todos los traidores. La cosa suele ser más tozudamente compleja, como la vida, como los amores y las miserias.

¿Era tarde, vinimos a horario? Había una convocatoria medio así pero no estaba clara la hora de llegar, simplemente fuimos viniendo y llenando todos los claros, ubicándonos como el agua lenta pero inexorablemente y sin contención posible. 

Había un último acto adentro. Inesperadamente, la imagen de un amigo. Uno que se acercó para bancar el momento, hacerle la segunda, decirnos con el gesto lo mucho que vale el respeto, tal vez de puro agradecido se quedó mirando fijamente a quién sonreía levemente ahora en el mármol. Entre los dos corrieron la bandera que lo cubría, lentamente. Nunca vamos a olvidar a Evo, nuestro hermano y querido Evo. El Fulano apareció con la mirada clara y también difícil, como cuando entonces. Grande, blanco, con la banda, fantástico. Don Héctor lo miraba también desde su mármol y el sinfín de caminos por los que hizo aquel triste desfile con la lealtad. 

Era entonces. Otros tiempos que corrieron con el General que vivía y atronaba, protegía, destemplaba; era cuando nuestra juventud no sabía que era tan pero tan joven. Ay, lástima. Y aquí estábamos llegando como siempre, porque doce años parece como siempre. Y no es así.

Nuestra costumbre es una rareza en la Argentina atroz, esa que no quisimos ver, la que negamos, la que sin embargo aparece una y otra vez porque no está sanada. Estábamos y fuimos porque somos lo que somos y no podemos ya ser otra cosa. Al menos no todos, sabemos siempre que algunos siempre irán corriendo tras bastidores acomodándose para agradar y recibir.

Pero no fue Daniel uno de esos. Y la plaza al fin, por fin, lo reconoció. Tuvo que vestir la mortaja apretada de la derrota apretada para merecer el elogio de que “siempre acompañó”. Y un minuto… Daniel no nos traicionó, pasa que es un poco más educadito y de barrio que muchos, que será un bienaprendido que sabe que lo cortés no quita lo caliente (ay, guardémonos de los que gritan y declaman…). Va a ser importante preservarlo porque el futuro requiere también de fulanos como Daniel. 

La Señora salió finalmente al único espacio que no traiciona, al único aire que puede respirar tranquila. Era una despedida, la más fastuosa y espectacular porque estaba llena de gente que se pasó el plan y el chori bien por el orto y enarboló las convicciones que Néstor no dejó en la puerta. Y la puta que me hubiera gustado que hubiera dejado al menos alguna colgada con tal de tenerlo vivo y putearlo por algo y no en ese mármol y la puta madre que lo parió al dolor que te chumba y te tarasconea desde adentro, con espuma de rabia y sin consuelo posible. Acá se quedó tirado lo mejor. Néstor es nuestro caído por un país que quizás no lo merecía. 

Salió y habló fuerte y claro. A los ojos, directo a la boca, hermano. Como siempre. Nos tiró todo el discurso, el despliegue maravilloso de la gran oradora, la que ya no tendremos, la de la Conductora que acertó y se equivocó en partes iguales, al menos intensamente iguales. Y qué si es la mariscala de la derrota, beso la derrota por esa mujer, carajo. 

Cristina, nuestra Cristina. La que se va escoltada por una Plaza, pareja del Otro que también se fue escoltado por una Plaza. Del Partido fundado por un milico que dejó las palmas de general por la descamisada manera del pueblo peronista y se llevó todas las plazas. 

Vendrán otros y si, amigos, enemigos, enemigos, aterrizarán en la plaza los aviones de la marina que volvieron del Uruguay. Lo que quieras, pero nosotros siempre vamos a estar porque este es nuestro país, aunque empiece a no parecerlo. 

Necesitamos un poco de calma, che. Un poco de sentarse y tomar mate, un poco de silencio. No es necesario desensillar del todo porque aclara cada vez más rápido. Y tal vez poco importe si esto se trata solo de la sucesión interminable de destrucciónrreconstrucción. Pobrecita nuestra historia que cada tanto empieza de nuevo como si nada pudiera aprenderse. Pero si, imperceptiblemente un ladrillo se pone arriba del otro y así… Es desesperante como el pueblo elige hacer la historia, el tiempo tremendo que se toma(mos).

Y así. A los ojos. Nos mira derecho a los ojos porque puede. Y no es que todo estuvo bien, vos sabés que no.

Tengo el orgullo de haber ayudado a criar pibes que muchas veces no acuerdan conmigo y ser a sus ojos más conservador de lo que me gusta aceptar, pero el orgullo de que cuando las papas quemaban y hacía falta estar de un lado claramente, allí estaban. Se llaman hijos. Los nuestros, los que nos cuestionan como nosotros cuestionamos antes. 

Ellos tienen a Cristina para pelearse y también para reconciliarse, porque Perón les queda lejísimos. Mirá si les hubiéramos dejado solamente al Carlos, hubiera sido como para que el enojo les durara para siempre. Pero tuvieron a Néstor y a Cristina y por suerte, la dialéctica volvió a salvarse.

Puedo mirarla a los ojos en el silencio de la noche, cuando la Plaza se desarma casi dos horas después de que se fue. Si Dios lo permite, quiero ser como ese viejo peruca que consolaba a Lara (que lloraba para ella nomás)

diciéndole “nosotros siempre volvimos, y ahora también vamos a volver”. Quiero ser ese, algún día. 

Alguna vez éramos la rabia de Perón porque como decían que muerto el perro se acabó la… Y nos abofetearon con que eran la vida. Y nos la bancamos. Todavía estoy como un pelotudo esperando los cómputos de la Provincia que no llegaron jamás en el ochenta y tres. Ahora tampoco, porque el único que tiene la vaca atada es milka.

Vamos a sufrir el paseo de los globos y las burlas o el silencio, como si jamás hubiéramos existido. Hay tantas formas de decretar el 4161, cuando no se podía nombrar al quetejedi. Era mi niñez y por suerte no la de todos estos pibes que se iban llorando. Pero vivos. 

Algo hicimos. No mucho, pero si algo como generación política, con todos los charcos que tenemos y no llegan a lago y mucho menos a mar. No sé, tantas cosas se podrían decir, pero esto no es un análisis de nada sino una sobria borrachera.

Algún día mi nieto (que ya existe) puede que me pregunte cómo era Néstor y Cristina. Le puedo decir que los vi, les di la mano, les di un beso y los mire a los ojos. Y lo que había en sus ojos cuando miraban. 

Y hoy… bueno, que estamos empezando a volver pero todavía no se nota.
Todo tiene que ver con poder mirarnos a los ojos. Así.
(viva Perón)