lunes, 24 de febrero de 2014

QUÉ SUSTO EL ESTADO



“En el Congreso, 15 legisladores oficialistas, liderados por Héctor Recalde, presentaron un proyecto de ley que establece multas mayores a las actualmente previstas por casos de desasbastecimiento o suba en los precios. También facilita la expropiación de bienes que ‘sean objeto de maniobras de desabastecimiento, acaparamiento, agiotaje y/o especulación’, así como ‘disponer de la venta de productos y mercaderías’.”

“En la misma línea, el presidente de la Comisión Nacional de Valores (CNV), Alejandro Vanoli, dijo ayer que el organismo ‘está tomando las medidas para identificar y sancionar posibles prácticas desestabilizadoras’ del orden económico, tanto por ‘aumentos injustificados de precios’ como por ‘conductas especulativas en el mercado interno’.”

(…) “Anibal Fernández presentó una iniciativa para (que) las infracciones sean pagadas antes de que los multados presenten un recurso de amparo ante la justicia.”

(…) “La iniciativa de los diputados kirchneristas prevé endurecer las leyes de Abastecimiento (20.680), de Lealtad Comercial (22.802) y de Defensa del Consumidor (24.240) con el objeto de ‘cuidar la estabilidad, la razonabilidad y la previsibilidad de los precios, dándole plena efectividad a las penalidades consagradas en las normas’.”

(…) “Desde el Banco Central también aportan lo suyo. La orden oficial es contener el tipo de cambio por debajo de los $ 8. Tras la abrupta devaluación de enero, buscan calmar las expectativas de suba del dólar para que no se trasladen a las góndolas.”

Todo esto está precedido por (atenti): “El Gobierno avanza por distintos frentes para presionar a las empresas que decidan subir los precios.” Y Clarín titula: Más control oficial (en rojo) Amenazan con sanciones y expropiaciones a las empresas (en negro). Era el “Tema del día” del viernes 21 de febrero. Y no hay caso… para qué entrar a las puteadas, a la adjetivación (que deriva seguramente en violencia verbal) con un diario que expresa en su línea editorial una visión diametralmente opuesta a la de uno. *

Veamos un poco. Está mal (muy mal) que un gobierno tome medidas para contener un alza desmesurada de precios. Está mal que el dólar no pueda flotar sobre el nivel de un diluvio. Está mal que las empresas no puedan libremente y sin explicación alguna subir los precios. Todo lo que impida estas acciones se toma como una presión. 

De todas maneras, quién lea Clarín seguido sabe perfectamente que para cada frase hay una reflexión que la sustenta. El Gobierno no tiene plan, da manotazos de ahogado, no toma nota de las señales de los mercados (no los sigue). Se impone a decretos, resoluciones y, eventualmente legislación para regular mercados y economía nacional. Desnaturaliza la economía, que –como todos sabemos- es algo así como la naturaleza y se mueve de la misma forma. Los economistas (de la escuela neoliberal) vienen a ser los “geólogos” a los que acudir en caso de comportamientos extraños como inundaciones, erupciones, tornados, o cualquier otro signo económico de abrupta irrupción. 

Además, el diario nos anoticia de una batería de iniciativas, sobre todo las legislativas, como si se tratara de decretazos dictatoriales urdidos en una larga noche en los altillos del poder. Vamos… ojalá se produzca todo eso. La población tiene que ver que el Gobierno la defiende. Eso primero, y después las explicaciones sobre quién/es la atacan. 

Hay quienes dicen –los asiste la razón, ¿a qué dudarlo?- que el capitalismo siempre es salvaje y no sólo cuando se comporta de esta manera. Siempre trata de comportarse de esta manera, y sobre todo con gobiernos que no ejecutan el plan, el único plan que vale y que los argentinos conocemos (o deberíamos conocer) de sobra. 

Pero siempre hubo –al menos- dos maneras de encarar la gestión del capitalismo. En ambas el Estado interviene y mucho. En el plan sensato, el que nos (im)proponen siempre, el Estado garantiza las ganancias de las empresas, hace las obras de infraestructura (siempre costosas) para viabilizar el desarrollo de las empresas, custodia la acumulación del capital como primera y única preocupación. Después vienen las cosas esas: defender la soberanía, la salud y la educación. Si queda plata.
Advierto que no es este un blog que trate sobre teorías económicas, mucho menos sus técnicas, es un blog en el que se trata de pensar políticamente. 

Hay otra manera de ver el capitalismo y el rol del Estado: el control, la regulación, el disciplinamiento de las fuerzas del capital que, liberadas de todo, son profundamente destructivas. Porque, al lado de las empresas vive gente. Gente, no digamos pueblo, nada, gente. 

Gente que necesita trabajar y ganar dinero para bancar la vida, la familia, y volver a trabajar. Gente que necesita hospitales y escuelas, negocios, productos, servicios. Y como la sociedad es más compleja, la gente necesita cada vez más cosas. El Estado debe estar ahí para asegurar que todo eso ocurra. 

Dos maneras que están en confrontación permanente. Elegir un elenco de gobierno, elegir representantes tiene que ver con volcarse a quiénes puedan garantizar una u otra forma de tomar esta bestia del capitalismo. Usté elige, don y doña.

De esto habla el diario, no de las medidas del Gobierno, sino de lo que está bien y lo que está mal. Hay un contenido en “bien” y “mal”, que no es el mismo de acuerdo de a quienes beneficia cada cosa. Y ahí se complica. Ahí se le tara la cabeza al vecino y le suena al oído la vocecita que repite que lo están engañando, porque todos son corruptos, porque todos viven del esfuerzo de los de abajo y que mejor no pensar en pavadas. La única verdad es la…nota de Clarín. 

Podría terminar acá y bueno, estaría más o menos bien. Pero hay más y es sobre esto del Capitalismo. Uno no puede decir que le gusta o que no le gusta el Capitalismo y ya está. No se trata de elegir, conformarse, adaptarse. Eso es muy fácil. Por ejemplo, uno puede pensar que no hay solución a todos estos problemas dentro del sistema capitalista y entonces, hay que pasar a otro sistema. Y se pone a florearse en cómo sería ese otro sistema. Y sería fantástico, la verdá. ¿Cómo va a imaginar una porquería?… Y yastá, a uno no le gusta el Capitalismo. Media vuelta, y a dormir un rato más hasta que suene el despertador (o el radio despertador). 

El peronismo se planteó trabajar  para el tipo que se despertaba con su realidad a la mañana y medio dormido iba a los tumbos vistiéndose y saliendo para el laburo. El capitalismo era el sistema de todos los días. Había que ordenarlo, emprolijarle los dientes para que no sacara un pedazo en cada mordida. Los peronistas pensamos que, además, la gente tiene que ser felíz. Aún en el capitalismo. 

Entonces, el Estado tiene que regular a favor de la mayoría (te voten siempre o no), a favor de los que salen sin paraguas, de los que van a ligar todos los charcos, de los que no van a estar nunca en ninguna reunión empresaria, ni en ninguna reunión salvo las familiares o las de los amigos. Es una posición ideológica (es una cosa seria).

Los diputados y senadores oficialistas tienen que hacer exactamente lo que nos cuenta Clarín. El sábado que viene vamos a tener una idea sobre el rumbo legislativo de este año, y las líneas centrales que se plantea el Gobierno para estos dos años que aún restan de mandato. El sábado se abren las sesiones del Congreso, empieza el año político institucional. Como viene pasando desde hace 31 años, a Dios gracias. 

Al mismo tiempo, calentamos motores con las Paritarias para ver la relación ganancias de empresas-salarios de los trabajadores-condiciones en las que se desarrolla el trabajo y la producción. Como desde hace 10 años seguiditos. 

Tenemos herramientas para que el diluvio no ocurra. El diluvio que nos llevó puestos tantas veces y que se lleva puestos a muchos países primermundistas, mejor dicho, a la gente de esos países. 

No será con una “cláusula gatillo” como defenderemos el poder adquisitivo del salario, ni tampoco encuevándonos en un dólar blue (ni en el green tampoco a la larga). Tendrá que ser parando la ola remarcadora; y me parece que esa consigna capitalista de mucha competencia para lograr un precio justo no está tan mal. Mucha competencia, mucho mercadito, mucha almacén, ¿mercaditos estatales? También. Ojo, que el culo no está globalizado.

Retrocesos hay, si, o que fue si no la devaluación (aún, la administrada), pero tiene que darse dentro de un avance y mostrando el avance. Pasa con el dólar, deberá pasar con los precios, deberá pasar con la cadena de valor que da como resultado el factor “precios”. 

Venimos desde noviembre con movidas tipo catástrofe: que la cana y sus planteos, los saqueos programados, el tiempo inclemente (siempre se pone inclemente), las lluvias, los calores, las corridas del dólar. Venimos así. Ahora estamos casi en marzo y parece que Clarín se dio cuenta. Por eso los titulares. Qué susto el Estado, qué susto ¿no?

* Clarín, viernes 21-02-2014, págs 3 y 4.

miércoles, 5 de febrero de 2014

EL PAIS NORMAL




 
Argentina no es un país normal. Así se dice siempre, y algunossubrayan “Argentina” como “ese país” que casi no les pertenece o al que no desean pertenecer. Por no decir –está sobre entendido- ese “país de mierda”… Es duro, generalizarlo sería peor. Porque no es verdad, además. No todos los argentinos sentimos eso, diría que la mayoría no siente algo así. Ocurre que “las mayorías” son cambiantes, coyunturales y controvertidas. 

Veamos un poco. Una vez le escuche a Hernán Brienza una cuenta interesante que voy a repetir y completar un poco. 

Con un criterio amplio (en algún caso “amplísimo” y piadoso) podemos decir que Gobiernos populares, es decir, que hayan gobernado para las mayorías y teniendo en cuenta algo parecido a un Proyecto Nacional, siguieron un derrotero más o menos así:

  • §  Mariano Moreno, secretario de la Primera Junta (25-05-1811 al 04-03-1811): casi 1 año

  • §  Gobierno de los Caudillos Provinciales (en cada provincia), de 1820 a febrero 1826 (hasta la presidencia de Rivadavia): 6 años

  • §  Manuel Dorrego, gobernador de BA (agosto 1827 hasta su asesinato en diciembre 1828): 1 año y 5 meses

  • §  Juan Manuel de Rosas, gobernador de BA, Encargado de los Asuntos Exteriores y Defensa de la Confederación Argentina (varias veces), de 1829 a 1832 y de 1835 a 1852: 22 años

  • §  Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina (con la provincia de BA escindida del país), de 1854 a 1860: 6 años

  • §  Hipólito Yrigoyen, presidencias (1916 a 1922 y 1928 a 1930): 8 años

  • §  Juan Domingo Perón, presidencias (1945 a 1952, 1952 a 1955 y 1973 a 1974): 9 años y 10 meses

  • §  Raúl Alfonsín, presidencia (1983 a 1989): 5 años y 6 meses

  • §  Néstor Kirchner, presidencia (2003 a 2007): 4 años y 5 meses

  • §  Cristina Fernández de Kirchner, presidencias (de 2007 a 2011 y de 2011 hasta la actualidad): serán 8 años, van 6.

Es decir, Gobiernos que podemos considerar como del “campo popular” ocupan 70 años y 2 meses y cuando termine el mandato constitucional de Cristina serán 72 años y 2 meses. 

En el otro “campo”, se destacan dos bloques importantes. Por un lado, los “gobiernos oligárquicos” que duraron desde 1860 hasta 1916; 56 años continuos. Y para completarla, los gobiernos de facto de las “dictaduras cívico militares” que se descomponen (literalmente) de la siguiente forma:

  • §  Uriburu, setiembre de 1930 a febrero de 1932: 1 año y 6 meses

  • §  Revolución del 4 de junio (Rawson-Ramírez-Farrell), junio de 1943 a 1946: 3 años

  • §  Revolución Argentina (Onganía-Levingston-Lanusse) junio 1966 a mayo de 1973: 7 años

  • §  Proceso de Reorganización Nacional (Videla-Viola-Galtieri-Bignone) marzo de 1976 a diciembre de 1983: 7 años y 11 meses

Fueron 19 años y 5 meses.

Completando el argumento, uno dice que de 203 años de historia independiente fueron 133 años de gobiernos antinacionales y sólo 70 de gobiernos populares.

Por supuesto, que alguno no acordará con todos los períodos “populares” y dirá que habría que fraccionar los momentos en que tiraron para el pueblo y los que pactaron con los grandes poderes y demás. Pasó de todo en nuestra historia, pero a groso modo y por más que usté quite y ponga, creo que la tendencia se mantiene. La verdad es que el sinuoso y tortuoso camino de un Proyecto Nacional para la Nación Argentina ocupó mucho menos de la mitad del tiempo de existencia de la famosa Nación. 

Estamos más acostumbrados a que todo salga mal, que se la lleven los de siempre, que tengamos que ir ventajeando para no perder. A que los poderosos sean poderosos, y digan para dónde se debe ir. Eso es un país normal, aunque nadie lo admitiría porque decir que eso es la verdad, también es confesar que uno es un pelotudo, un pusilánime, un cobarde. Un sirviente. 

Hay algo mejor que tener tanta autocrítica o tan poca auto estima. Y es pensar de uno como un colonizado. Claro, que si se admite la colonialidad entonces estamos frente a un algo de conciencia. No es el caso. El gataflorismo suele encubrir el quejoso gesto cansado del sirviente colonial, sólo que en vez de lamentarse a solas en su habitación de dospordos, lo hace en voz alta, en barra y equivocando siempre el objeto de su odio. 

Es un clásico autóctono arremeter contra los únicos que tratan de beneficiarnos, o mejor dicho, de reivindicarnos. Es que esos, que vienen a ser los de los 70 años, no siempre aciertan con el lenguaje, el cuidado y la manera de dirigirse a tipos tan quisquillosos. Es difícil hacer migas con perros apaleados. 

A veces se descubre (si te lo andan diciendo todo el tiempo al oído) que los “populares” no siempre son tan prístinos, inmaculados como deberían. A veces distan muchos de los príncipes azules que van al rescate de princesas (convertidas en sapos). Imagínese a príncipes peronistas y la hacemos completa. 

La cuestión es que el ideal no se parece al real. Ocurre que lo más conveniente para el sujeto víctima de los verdaderos saqueadores, es reconocer al que defiende sus intereses más allá de los modales, porque si no…

Si no. No es raro pensar que en incontables oportunidades una porción importante del pueblo ayudó a sus victimarios, a los parásitos que viven a costillas de la mayoría, a los poderosos. Pasa. En nuestro país ha pasado muchas veces. 

Haber sido domesticados (educados se diría, quedando bien) por los que gobernaron la mayor parte del tiempo tiene consecuencias, y de todo tipo. En primer término, sepamos que la “normalidad” es un país dependiente del extranjero, vendido, arrodillado, callado, reprimido, colonizado; un país que necesitó matar lo propio para alcanzar la civilización que venía de afuera. Esto, que suena tan antiguo está en nuestro ADN. Lo que veníamos diciendo.

Lo “anormal” es el desafío, la alternativa, el cambio, la ruptura. La incertidumbre también. Sin embargo, hay una porfiada (valiente) inclinación por emprender otro camino y arriesgarse (son esos 70 años que tienen de todo, para bien o para mal, pero queriendo más para bien). 

Otra consecuencia es que no parecemos ser como pueblo patriotas ni nacionalistas. Himno, bandera, Patria, trastos viejos y jodidos que por izquierda le regalamos a la derecha. El patriotismo fue mal mirado por la izquierda “liberal”, esa izquierda que elegía como prócer a Rivadavia porque lo veían como el que había intentado la “revolución burguesa” en el Plata (antecedente necesario para la gran “revolución proletaria”). La Patria quedó para los Caudillos, la Iglesia y los milicos. Lindo favor nos hicimos.

O se regaló también por otras cuestiones. Cómo creer en la Patria si siempre te cagan… Desconfiar de todo y de todos. El temor –que es el verdadero sentimiento en estas circunstancias- vuelve a la gente agresiva, malpensada y torpe. Para qué pagar impuestos si los de arriba no los pagan, y se la tragan. El robo universal de nuestra supuesta riqueza es el justificativo de todas las miserias cotidianas. La solidaridad viene a ser una especie de boludez para que la crean… todos, porque hay que parecer solidarios. Está bueno cuando hay una catástrofe, pero si no... 

Podemos probar a entender que los poderosos, los “grandes intereses” y todos esos eufemismos que usamos cuando la claridad no nos sonríe, atacaron siempre… defendieron sus objetivos siempre. Y su objetivo es asegurar la máxima ganancia con el mínimo costo en un marco en que la producción se realiza socialmente y se apropia en forma privada. Chocolate (pero del bueno).

Uno puede berrear por tal o cual medida. Hay derecho, para eso estamos en democracia. Uno puede pensar lo que quiera y no tiene necesariamente que acordar con un gobierno porque le esté yendo mejor. Esto pasa mucho, ¿no? Como cuando, por hablar de algo en concreto, la gente más beneficiada en estos últimos años por los gobiernos de los Kirchner, odia a estos gobiernos de una manera poco vista anteriormente (salvo con la Señora de los billetes de cien). 

No es imprescindible estar de acuerdo y ponerse una camiseta. Pero es imprescindible no ser cobarde, no ser hipócrita y reconocer que se está mejor y que los argentinos deberíamos saber lo que pasa cuando gobiernan esos 133 años. Lo que nos pasa.

Saludablemente muchos compañeros estamos de acuerdo y nos ponemos una camiseta. Tampoco por eso dejamos el criterio colgado en la puerta de casa. ¿Quién puede estar de acuerdo con todo y todo el tiempo? 

Las mayorías son volubles. Cuando las tenemos en contra y también cuando nos favorecen. El kirchnerismo, con toda la buena nueva que viene siendo desde hace diez años, también pasará. Vendrá otro tiempo con otros hombres y mujeres en la conducción. El tema es que podamos enganchar el hilo del proyecto nacional (con minúscula, como para no panfletear) y no lo soltemos más. Se trata de eso; porque los 133 pesan en el cuerpo y mucho más en la cabeza.