viernes, 26 de julio de 2013

LA QUE (NO) ESTÁ


Pura mística. Para nosotros, la experiencia de una mística no religiosa o, mejor dicho, no confesional. Es lo que tenemos (por un lado) al ser los repetidores de anécdotas de otros… heróicas, duras, atravesadas anécdotas de gente que casi casi ya no está.

A mi me da la tentación –no se si lo sentiste- de dejar por un momento (por más de un momento) la que nos tocó, esa del cabello suelto y libre, que después uno sabe que la foto se tomó en la quinta de San Vicente, el lugar felíz. Es una versión resignificada -como toda historia- para hablar de un momento preciso que no fue cuando se tomó la foto, sino mucho después. Necesitabamos una libre, al viento y sin dogmas. Una separada del Viejo, más lejos y más adelante. Una mejor.

Dolor de época y nostalgia de otra no vivida. Somos nosotros. Pero Ella… es inasible. De la misma manera que la muerte es inalcanzable y está destinada a alcanzarnos siempre. Pero Ella con ella misma es imposible. Como La Razón de Mi Vida, ratificado, corregido y firmado por Ella como lo que quiso que supiéramos. Así es lo que sabemos tras tanta y tanta biografía (y hablo de las a favor).

Quiero imaginármela sin oligarquía. Sin enemigo enfrente. Sin grito y sin el invento persistente de la crispación. No aquella del micrófono (la que mira al BA Norte), pero tampoco la del collar (BA Sur). ¿Dónde está? Cómo percibir un gesto, alguna mirada, la forma de tomarse un café. Una charla con Paco sobre moda. Algo así.

El postmodernismo nos dejó enfermos de intimidad… tal vez. La cuestión es que cuesta un montón aceptar que no se puede tener ni un vestigio personal, ni un segundo real y encima sin recuerdos.

Queda el bocaenboca y la literatura. Y es el bocaenbocadeotraboca, repeticiones con agregados y cambios necesariamente. Literatura que trata de resaltar uno u otro aspecto, y a veces la pegamos (y muchas no).

Me queda hablar del otro lado (decía antes “por un lado”). Ese que va del garaje de la calle Austria a La Fundación en todo el país. De las apóstolas una por provincia y todo el destacamento que después se transforma en el Partido Femenino (la Rama). De las enfermeras con la capita y la profesión. Los Hogares. Las cosas y entre ellas el mar asaltado por los negritos.

Como es cierto que la historia se repite como farsa, a mi me tocó la Cruzada de la Solidaridad y los cheques que guardaba Lopecito. Me tocó un casquito infame de pelo en trajecitos de ultraje y la sentadita en la punta del sillón que quedaba enorme. Qévaser. Mal.  

Mejorando un poco me tocaron las Manzaneras de Chiche. Algo se parecía, palidamente. La verdad es que ningún gobierno –aún los peronistas- volvieron a combatir el desamparo y la miseria (dos de los hijos malditos del Capital) como con La Fundación. Nunca más nadie se atrevió a volcar el Estado –o a hacer una orga paralela con poder de Estado- para abrazar primero y empujar después, porque se necesitaba que hubiera derechos (y siempre). Me resisto a creer que La Fundación es historia. La Fundación es mandato.

Si hoy no recordáramos nada. Si hoy no hubiera ocurrido nada, o sólo lo del Moncada… Si el cáncer no hubiera sido vivado y vivido. Sería una vieja (tal vez hubiera muerto hace poco). Una señora que a lo largo del tiempo hubiera dicho y hecho muchas cosas (algunas nos hubieran servido y otras tal vez no). Como con todos los viejos que se quiere, hubiera tenido sus cosas y todas esas otras como para disculparlos. La linealidad del candor suele ser mentirosa, prefiero la vida que es más torva pero más amiga.

Si hubiera vivido. Si hubiera vivido más, porque vivió enormemente.

Esta es la flor de este año, Señora (se que la puedo llamar simplemente Evita).

martes, 16 de julio de 2013

CORAZON PARTIDO

A primera vista –tras el cierre de lista de las PASO y, por qué no, de varios cierres de lista anteriores- la tentación está en constatar la vigencia porfiada del bipartidismo. Es lo que sugieren muchos casualmente (aunque no exclusivamente), muchos nostálgicos de esa “clase” política corporativa y autocomplaciente. Pero… ¿es así? Aquí se va a sostener que de ninguna manera, pero más interesante que la refutación es la tentación –tan rehuida- de pensar y debatir el sistema político-partidario que figura en la constitución, reformada en los años de la siesta neoliberal.

De un lado del charco, en el pan-radicalismo, se escucha que desde hace un tiempo el país viene siendo obligado a participar en una interna abierta del peronismo. Eso sería así porque el peronismo gana y no para de ganar y encima tiene la mala costumbre de gobernar. Porque aclaremos (con sinceridad): Menem gobernaba y fuerte (vivando al capital) y los Kirchner gobernaron y gobiernan fuerte (repartiendo el capital). Y más, si quieren: hasta el interinato senatorial de Duhalde le hizo frente a un descomunal desbole, con sus menos, pero le hizo frente. 

Entonces, primer problema: el peronismo gana y gobierna. Un segundo inconveniente: la gente (esa gente que va y vota) opta por una u otra opción peronista porque se piensa que “de poder esos saben”. Algunos dirán que porque “roban pero hacen”, porque “lo tienen en su ADN”, blablá. A nadie se le ocurriría por ahora votar otra cosa. Como me dijo un fulano (en este caso, hijo mío): “en las elecciones se trata de elegir qué clase de peronismo queremos que nos gobierne”. Si uno es peronista, la cosa cae simpática (me cae muy simpática), pero si no es así imagino la depresión (y hay depresiones que llevan al resentimiento, y de allí al odio sin más).

Los radicales son la “única opción no peronista” como dicen ellos mismos, haciendo gala de una sabiduría acumulada por más de cien años. Pero no da, al menos no cuando la compulsa trata sobre cargos ejecutivos (en las legislativas les va un poco mejor, no mucho). Ocurre que en el 2001 la uceérre estalló como piñata en cumpleaños (o velorio, dada la ocasión).
En el peronismo pasa otro tanto (hay que reír y reírse, o llorar y llorarse). No es tan cierto que por un lado se vaya la “derecha” y por el otro la “izquierda”, que esas cosas tan uropeas no son tan claras en pagos perucas. Tal vez su fortaleza envidiable se deba a tal capacidad para la diversidad. Triste que donde uno ve diversidad, otros vean sólo impurezas.

La cuestión es que el peronismo viene dividido en dos y en tres casi siempre. Uno dirá que tales o cuales no son peronistas ya… cosas del peronómetro que logró agriar mi adolescencia. Mal haría en hacer esos análisis de sangre este peronista (desde fines de los ‘80 para acá) con historia y formación en la izquierda. ¿Se puede decir que Menem no es peronista? Como decir, se puede decir todo. Pero es innegable la tradición peronista de muchos que militan junto a la derecha liberal y sus parientes conservadores. Otros, francamente, con su afectada declamatoria pro peronistas (y sus acciones pro empresarias pero sin capital en función social), me hacen pensar que yo, al lado de ellos, soy uno de los que participó el 17 de octubre. Se ponen la careta de Perón para decir y hacer cosas tan viejas como Roca, Pellegrini o Alsogaray.

Lo que se llamó la “izquierda” peronista hoy mayoritariamente camina en las filas del peronismo kirchnerista, eso es verdad y habla del kirchnerismo como un buen cover del peronismo original. Sin embargo, a todos nos caló los huesos la lluvia ácida de los ‘90s, por más enteros que nos creamos. Algo de postmodernismo se cuela por ahí. Al kirchnerismo también (¿y?).

En el “pan peronismo” hay más de dos proyectos y están en pugna. El kirchnerismo hoy es el hegemónico, el que logró la proeza de diez años de gobierno de reconstrucción y un alguito más, el que seguramente nos dará doce años de continuidad (y queremos que un alguito más). Casi casi un proyecto político, por la durabilidad y por una macro realidad de mejoría popular y mayor soberanía nacional, que se me ocurre de muy porfiado negar.

Entonces, nada de bipartidismo. Eso volcó hace mucho, y se hizo visible para todos en el 2001. Los partidos no se recompusieron más, que es muy distinto a decir que van desapareciendo. Las formas partidarias institucionales tienen una vigencia impresionante (espantosa, diría). Han perdido efectividad en cuanto a la formación y promoción de cuadros, aunque no como maquinarias electorales. Han perdido como canales de participación popular, enormemente.

¿Se habrá dicho la última palabra? Seguramente no. Es posible que los partidos se refundan y refunden. Que exista un trasvasamiento generacional (pienso que sólo en el peronismo, disentirán muchos conmigo) es muy posible. No parecen estar agonizando, ni prestos a ser reemplazados por otras formaciones. Si creo que agrupaciones sin partido, organizaciones político-sociales, son experiencias que han venido para quedarse y desarrollarse.


Veremos, como todo. Como siempre.