jueves, 5 de mayo de 2011

EXITO: ASESINAMOS AL LOBO FEROZ

Uno entiende (no justifica) que mucha gente salga a la calle a festejar la muerte de Bin Laden, sobre todo en Nueva York. Las marcas que dejó el atentado contra las torres gemelas, la sensación de vulnerabilidad concretada, en fin, cosas que se pueden entender como un alivio o eso tan primitivo pero tranquilizador de sentirse “vengado”.

Uno entiende también (y tampoco justifica) que los Estados y sobre todo los gobiernos circunstanciales, pueden en determinados momentos cruciales de la historia recurrir al asesinato político, a la operación “encubierta” contra opositores que han jugado con el mismo fuego. Se trata, en esos casos, de un secreto inconfesable cuyo peso cargan los conjurados.

Lo que no se puede entender (y se debe criticar enérgicamente) es que todo eso sea una política de Estado. Que muy suelto de cuerpo la principal potencia militar del planeta anuncie que acaba de asesinar a su enemigo nº 1 y que tal acción significa que “el mundo está más seguro”. Es lo que ha hecho el presidente norteamericano, felicitado por la Europa colonialista y la multinacional ONU.

Tras una paciente búsqueda de diez años, luego de reventar dos países y asentar la presencia militar en la región, un grupo de élite de las FFAA yanquis capturó y dio muerte al líder de Al Qaeda en su “fortaleza”, pegada a un campo de entrenamiento de las FFAA paquistaníes. También murieron otras personas, entre ellos un hijo de Osama. Una operación limpia porque ninguno de los comandos salió herido. Al menos con Saddam Hussein ensayaron una parodia de juicio antes de ahorcarlo.

A todo esto, el mundo (y nosotros ) sabe muy bien si la organización Al Qaeda por si misma, es la responsable de derribar el World Trade Center. Nadie explicó nunca convincentemente el por qué fuerzas árabes y musulmanas apañadas, organizadas, abastecidas y armadas por personal de la CIA y el Pentagono en la lucha contra la URSS –allá por los ochentas- se transformaron en Godzila y terminaron atacando territorio estadounidense. Nadie da razones suficientes para justificar la invasión a Afganistán, la ocupación y destrucción de Irak, el saqueo planificado de las reservas petroleras.

Pero ahora también se naturaliza el asesinato como una forma de combate. El asesinato selectivo de enemigos. Era algo que hacía(ce) el Estado de Israel con los dirigentes palestinos, que por definición deben y tienen que ser “terroristas”. Fue ensayado hace muy poco contra Kadafi, pero falló y sólo pudieron cobrarse la vida de un hijo del libio y tres de sus nietos. Asesinato, tortura, prisión sin juicio, abogado ni término cierto son métodos válidos y dan resultados. Eso es Guantánamo (que también, en la lista de barbaridades, es una usurpación de territorio de el Estado cubano). Y está todo bien.

Los EEUU libran una guerra y en la guerra está todo permitido. Es que es una guerra contra un enemigo que se oculta, una guerra que no se eligió pero que se está obligado a librar. Son las exactas palabras de Videla. Y uno piensa, cuánta injusticia, los generales que “ganaron” una guerra contra la subvesión están presos en la Argentina y las mismas acciones en el mundo libre reciben felicitaciones de países importantes y se festejan por las calles.

Debe ser que Argentina está gobernada por la “subversión”. Es eso. Y que los yanquis están demasiado ocupados cazando terroristas árabes.

¿Qué es “estar seguro” entonces? Lo que queda es que el concepto “seguridad” va en pareja con el de “impunidad”. Lo hacemos porque podemos hacerlo, una de las bases del poder.

¿Era posible “cazar” a Bin Laden y juzgarlo? Aparentemente si. ¿Alguien pensaba en ello? Aparentemente no. Había que ir y liquidarlo, mostrar el hecho sin mostrar el cadáver. Apelar a los sentimientos más abismales de animalitos asustadísimos y llevarlo a la categoría de una doctrina del poder.

Es peligroso. Augura males mayores y tiempos oscuros. Estos tipos son muy peligrosos, mucho pero mucho más que Bin Laden.