martes, 15 de diciembre de 2009

EL CIRCULO DE TIZA

Mi abuela me decía que si se coloca una gallina en el piso y se dibuja a su alrededor un círculo de tiza, la gallina queda atrapada y no intenta salir. “¿Por qué hace eso si puede salir solamente caminando?”, preguntaba yo incrédulo. “Porque”, decía la abuela sonriendo, “las gallinas son muy asustadizas y muy tontas”.

Las razones de la crispación social de los sectores medios canalizada en un odio sin atenuantes contra el matrimonio Kirchner-Fernández y sus gobiernos son varias, y ninguna nos convencerá del todo. Es un fenómeno complejo que tiene antecedentes y que sería torpe analizar solamente por este resultado, es decir, por el producto final.

Es complejo porque los “think tanks” de la derecha vienen trabajando en esto desde que avisoraron la caída de la dictadura. Sabían bien que en algún momento no se podrían controlar todas las variables de la democracia tutelada, y se las tendrían que ver nuevamente con el “populismo”. Ese momento ha llegado.

Tras la crisis del 2000 y el globo del capital financiero que se iba construyendo como contra-utopia de un Estado de Bienestar para Privilegiados, el poder real estaba debilitado. El núcleo del paradigma neoliberal estaba irremediablemente dañado, pero aún no surgía su reemplazo (una auténtica crisis de fin de siglo). El gobierno de Néstor K pivoteó astutamente en medio de las contradicciones de una crisis de hegemonía intraburguesa, con un éxito notable. Lo que el enemigo llama “revanchismo” o “la memoria de un solo lado” es simplemente el plus de la militancia setentista que formó al nuevo elenco gubernamental. Era su oportunidad histórica, en un segundo turno llegada la maduréz que la primavera “camporista” no pudo tener. La alianza de las burguesías se recompuso políticamente y ajustó cuentas con las cédulas hipotecarias a nivel primerplanetario.

No era necesario ya el orden de un peronismo anticrisis que se proponía “redistribuir”. Había que destruir el proyecto atacando su segundo período: el gobierno de Cristina Fernández. Era el plan del poder real, le faltaba la escolta popular del desastre clientelar que ya había probado el menemismo y la imprescindible furia de los sectores medios. El pobrerío escuchaba a los K porque estaban siendo incluídos, pero los otros eran –como desde los cuarentas- presa fácil.

La mal llamada “clase media” padece endémicamente de frustración, furia y miedo, un cóctel que va variando los porcentajes de cada elemento, y en el que el componente básico (“miedo”) siempre es de más del 50%. Temor a la “violencia” política (en otro tiempo), a la “inseguridad” ahora, a la expropiación por parte del Estado al que se visualiza como el gran depredador. ¿Qué les puede “expropiar” el Estado si no son propietarios (de medios de producción)? Les puede escamotear la posibilidad de un futuro ligado a la promesa del capitalismo, de ascenso social indefinido al cual están llamados por las clases superiores (los que se lo prometieron). Los pueden desposeer vía impositiva, por pérdida de una carrera laboral, por bastardeo de la educación, por falta de esperanza material del país tercermundista en el que tuvieron la maldición de nacer.

Se trata, como bien dice el compañero Norbert Elias (“El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas”; FCE; Buenos Aires, 1993), de miedos específicos: “…miedo al despido, miedo a la posibilidad de estar a merced de los poderosos, miedo a padecer hambre y miseria, como sucede con las clases más bajas, miedo a la decadencia, a la disminución de la propiedad y la autonomía, a la pérdida del elevado prestigio de la alta posición, todo lo cual tiene una gran importancia para las clases medias y altas de la sociedad. Precisamente, los miedos de este tipo, los miedos a la pérdida de lo diferenciador (…) son los que han tenido hasta hoy una importancia decisiva en la configuración del código dominante de comportamiento. También se ha comprobado que son estos miedos los más propensos a la interiorización.”

Es “lo diferenciador” el problema. La buena educación –que no la da el Estado, sino que debe ser privada, sin huelgas docentes y con “nivel”-; la seguridad de los que realmente “aportan” y “producen” para el país, los verdaderos interesados en la cosa pública ya que tienen algo material que perder; las buenas maneras, que incluye “lo decente” en oposición a lo lumpen, irresponsable y bizarro; la capacidad del “esfuerzo” y la potencia del “ascenso social”. Repetimos: lo piensen o no, representan a los destinatarios de la promesa capitalista, aquella “elección de los elegidos” de la que nos hablaba Bordieu y que algunos de estos sectores –sobre todo los medios bajos- temen no alcanzar. Digamoslo de una vez: en un proyecto nacional inclusivo, la reincorporación de los “caídos” y la incorporación de los excluídos por el neoliberalismo, plantea a muchos sectores sociales precariamente incorporados una sensación de vulnerabilidad y angustia. Parten de la base de que los poderosos deben ser los que aceptan aquello que va a distribuirse, y fijan también los límites y los mecanismos. Así es que el “progreso” transcurre en paz.

Ante un sistema liberal que repartía de acuerdo a las reglas del mercado y los factores de la producción; o una vetusta concepción de “socialismo” que distribuía la misera; o peor aún, con las múltiples “terceras vías” que contemplaban más la angustia de los intelectuales y el new age político que cuestiones indecorosas como el hambre y la igualdad; el peronismo aparece como una topadora imposible de manejar. “Que la Patria sea grande y el pueblo felíz”; la Comunidad Organizada en la que se equilibran primero los factores de poder a fin de alcanzar el pacto social y, por lo tanto, se intensifica la acción del Estado sobre los trabajadores y sus organizaciones para equipararlos a la potencia de la burguesía, son teorías concretas con puntos de fuga también concretos.

Porque que todos seamos de clase media, sin ricos ni pobres, es un objetivo totalmente posible en un proyecto de desarrollo nacional. Y si encima se enmarca en el desarrollo del cono sur como punta de lanza del continentalismo, ni hablar.

Por derecha y por supuesta izquierda, los comunicadores políticos azuzan los miedos, enconan a las gallinas falsificando los zorros. Hay que evitar que se animen a saltar la valla invisible que los mantiene aterrados en la impotencia, impedir que timidamente con los tres dedos de la pata temblando pisen la línea de tiza y noten que no pasa nada. Que se puede salir del círculo trazado por los dueños de todo. Que es posible abrazarse con los que están afuera y dejando de ser “la gente” se transformen sólo y simplemente en Pueblo. Ni más ni menos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

YO SI LA VOTE

Cristina Fernández -la(mi) compañera Presidenta- cumple dos años de mandato. Tuvo que hacerse cargo de la más alta magistratura en momentos en que casi todos -salvo los que aún permanecen secuestrados en la exclusión social- no recordaban ya la humareda del 2001, los muertos, el corralito, la falta absoluta de esperanza, los créditos impagables que obligaban a entregar campos y propiedades, la brutal desocupación, el desamparo de un Estado Ausente.

El olvido se vincula seguramente con la pesada herencia recibida del anterior mandatario: una Corte Suprema recuperada de la postmodernidad, la generación de casi 4 millones de puestos de trabajo, el blanqueo de muchos trabajadores por años en negro, la jubilación para un millón y medio de postergados cuyos empleadores habían evadido la contribución previsional, la promoción concreta de los derechos humanos, la recuperación económica sobre bases sólidas sin déficit fiscal y sin transfusiones del FMI, el fortalecimiento del sistema jubilatorio terminando con el saqueo de las AFJP, la recuperación de empresas privatizadas que volvieron al patrimonio nacional. Y más (siempre son injustas las enumeraciones).


Quedaban sin embargo muchos compatriotas a la deriva, porque el bombardeo neoliberal de los dictadores, los blandos y los traidores había sido intenso, bestial, concluyente. La patria destrozada, no obstante, no salía en los noticieros, sólo cuando irrumpían los pocos excluídos que se organizaban y cortaban una avenida. Había muchos "comedores", planes, plancitos, migajas de un gran pan que ya no se horneaba en el país. Había también mucha indolencia, mucha incredulidad. El último mandatario y la actual no vieron algunos nubarrones amenazantes. El país crecía a 9 puntos por años, se agregaban al derecho y la ciudadanía muchos argentinos todos los días. No vieron que los inútiles (y sus amigos, los hijos de puta) -los que gobernaron sin derecho y con derecho pero sin sensibilidad ni capacidad- esperaban el hueco para abrir una brecha y entrar por todo. Esta vez habría que apelar a debilidades del alma, ya que los números suelen ser imbatibles.

Había que parar a los gobernantes que nos recordaban permanentemente el gobierno que hubiera podido ser el de Cámpora y el de Perón si la tragedia y la noche no se hubieran enseñorado de todos.
Y un día, alguién le puso nombre al plan: 125. A tres meses de esta Presidente irrumpió en marcha palermitana la cobardía militante. El terror de la "clase media", la progre y la otra, ambas dos que volvieron a ser ese jamón pestilente del sandwich: impotencia de no ser de arriba, pánico de caer con los de abajo. Y fue la "defensa de la república" por no decir "viva el cáncer". Nuevas consignas, viejos temores, antiguos odios. La estupidéz suele hacer de comparsa a la maldad.

Pero no la pudieron parar. Siguió gobernando y todos lo sabemos. Ley de Servicios Audiovisuales, Asignación familiar para expulsados (subsidio por hijo, dicho injustamente), Reforma política. Y más cosas chicas que no salen en ningún medio de los sensatos (si en los blogs). Mucho trabajo, mucho gobierno.


Van seis años en que muchos recuperamos las ganas, volvimos a creer y a defender a un gobierno. Este oficialismo no es de tontos que disimulan los problemas y los errores, sino de los que comprendemos que la dirección tiene que ver con aquel proyecto nacional y popular después de tanta interrupción y contrabando.
Por eso es necesario a veces, volver sobre cuestiones identitarias, ideológicas y doctrinarias y separar paja de trigo (no de soja) y decir que si apoyamos a Néstor y Cristina es porque representan, en clave de esta época, el proyecto nacional y la posibilidad de la Comunidad Organizada que nos legó Perón y Evita. Por peronistas, porque este es un gobierno peronista. Hablábamos entre compañeros el otro día de esto. Dejemos el rótulo "kirchnerismo" para la progresía y los medios buscamugre.

Dos años difíciles. Dos años más. Y lo que sigue. La nueva oportunidad se está aprovechando. Por eso bancamos.